7 de cada 10 decesos a causa de COVID-19 son ocasionados por trombos generados por el organismo.
A más de año y medio de comenzada la crisis sanitaria global, ha quedado claro que la COVID-19 es también una enfermedad vascular. Además de atacar el sistema respiratorio de los pacientes, desencadena “una respuesta inmune exagerada”, en palabras del presidente de la Sociedad Mexicana de Trombosis y Hemostasia (SOMETH), el cardiólogo Jorge R. Gómez Flores. Por ello, 7 de cada 10 decesos por COVID-19 están asociados a trombos, según su experiencia. Ésta es la razón.
Cuando el cuerpo intenta defenderse

Antes que nada, según la experiencia del Dr. Gómez, habría que entender que “nuestro cuerpo no conocía este virus, y no estaba preparado para combatirlo”, según explica el experto en una entrevista exclusiva para Muy Interesante. Por esta razón, cuando la infección ingresa al organismo, éste intenta protegerse con los recursos que tiene disponibles —algunas veces, en su propio detrimento.
Una de estas reacciones son los trombos, que el Dr. Gómez describe como “una respuesta natural del organismo para defenderse ante ciertas agresiones, y evitar que perdamos la vida por una cortada, por ejemplo”. También conocidos como ‘coágulos’, son conglomerados de linfocitos, plaquetas y otros componentes de la sangre.
Esta ‘gelatina’ evita que las personas se desangren. Sin embargo, en algunos casos, se alojan en arterias y venas, impidiendo que el flujo sanguíneo corra con normalidad. Se pueden formar en las extremidades del cuerpo —específicamente en las piernas, pero a veces también en los brazos—, y pueden trasladarse desde ahí a los pulmones, al corazón, al cerebro o a otros órganos vitales. Ahí empiezan las complicaciones.
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Decesos por trombos y COVID-19

En medio de la crisis sanitaria, se generaron escándalos sobre cómo la vacuna de AstraZeneca generaba coágulos en el cerebro, que ocasionaron la muerte de algunas personas a las que se les administró. Al respecto, el Dr. Gómez enfatiza que la posibilidad de que una persona genere un trombo después de recibirla es de 1 en 250 mil vacunados, en personas menores de 60 años.
Sin embargo, éste no es el único fármaco contra COVID-19 que puede generar coágulos. A este fenómeno se le conoce como trombosis inducida por vacunas, según explica el cardiólogo:
“Está relacionado con anticuerpos IgG, que hace propensas a las plaquetas a generar coágulos. Además, los pacientes [que presentaron esta trombosis] tenían plaquetas bajas, y ya tenían trombos anteriormente“.
Sin embargo, el experto enfatiza que, el riesgo de tener trombos por una vacuna es mucho menor en comparación con aquel de simplemente ser hospitalizado. Hasta el 20 % de pacientes que ingresan a un hospital —por cualquier enfermedad— genera trombos, por el simple hecho de estar en cama. “Hay trombos que se forman por el simple hecho de estar inmóviles”, explica el experto.
¿Cuáles son los factores de riesgo?

Según el Dr. Gómez, hasta el 50 % de los pacientes de COVID-19 presentan alteraciones en la coagulación —no sólo trombos. En contraste, 70 % de las personas que fallecen por el virus tuvieron complicaciones por coágulos. Como no había un mecanismo de defensa específico contra la infección, el organismo intenta protegerse como puede.
Por esta razón, el cardiólogo está ‘convencido’ de que todas las personas deberían de vacunarse:
“Es la única forma de terminar con esta pandemia, que nos ha afectado a nivel emocional y físico. Van más de 4.6 millones de decesos por COVID-19, lo que lo posiciona como la primera causa de muerte en el mundo”, enfatiza el experto.
Ante la duda sobre cuáles son las señales de alarma sobre los trombos, el Dr. Gómez señala observar ciertos signos en las piernas. Específicamente, una coloración roja y un aumento en la temperatura local. Estos son indicadores de que se está formando un trombo en las extremidades. Una vez que se desprenden a otras partes del cuerpo, se pueden destacar el dolor de cabeza, sudoración y mareos.
De no atenderse, pueden generarse problemas sistémicos que llevan a los pacientes a perder la vida. Para evitar llegar a estos extremos, vale la pena hacer ejercicio por lo menos 3 veces a la semana. De no ser posible, dejar de fumar y llevar una alimentación balanceada es un buen primer paso para evitar la generación de trombos.
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