En la Universidad de Stanford, un equipo de científicos han logrado producir electricidad a partir de la combinación de agua dulce y salada
Un grupo de investigadores desarrolló una batería la cual se aprovecha de la diferencia de salinidad entre el agua dulce y el agua de mar a fin de generar energía eléctrica.
Cualquier lugar de agua dulce que desemboque en el mar podría ser un sitio potencial para la instalación de una planta de energía que utilice esta clase de batería, aseveró Yi Cui, quien estuvo a cargo de este proyecto.
El factor de limitación teórico, indicó, es la cantidad de agua dulce disponible. «De hecho, tenemos una cantidad infinita de agua de los océanos, por desgracia no tenemos una cantidad infinita de agua dulce», apuntó Cui, quien funge como profesor asociado de Ciencias de los Materiales e Ingeniería.
El equipo de Cui calculó que si todos los ríos del mundo fueran objeto de un uso para este fin, las baterías podrían suministrar alrededor de 2 teravatios de electricidad al año, esto significa aproximadamente 13% del consumo mundial actual de energía eléctrica.
La batería en sí es simple: consta de dos electrodos (un positivo y el negativo) inmersos en un líquido que contiene partículas cargadas eléctricamente, o iones. En el agua, los iones de sodio y cloro son los componentes de la sal de mesa común.
Primero, la batería se llena de agua dulce y una pequeña corriente eléctrica es aplicada a una recarga rápida. El agua dulce se drena y se reemplaza con agua de mar. Debido a que el agua de mar es salada, contiene 60 a 100 veces más iones que el agua dulce por ello se incrementa el potencial eléctrico o tensión, entre los dos electrodos. Eso hace que sea posible obtener mucha más electricidad que la cantidad utilizada para cargar la batería.
Una vez que la descarga se ha completado, el agua de mar se drena y se reemplaza con agua dulce y el ciclo puede comenzar de nuevo. «La clave aquí es que se necesita cambiar el electrolito, el líquido de la batería», dijo Cui.
Su grupo hizo una estimación de las diversas regiones y países, y determinó que América del Sur, con el río Amazonas (su desembocadura se muestra en la imagen), drenando una gran parte del continente, tiene el mayor potencial. África también tiene una abundancia de ríos, al igual que Canadá, Estados Unidos e India.
Pero el agua del río no tiene por qué ser la fuente de agua dulce, dijo Cui, quien plantea el uso de aguas de escorrentía procedentes de tormentas e incluso tratadas de origen residual. «En mi opinión tenemos que estudiar el uso de agua de alcantarillado», abundó: «Si podemos utilizar las aguas residuales, esto va a vender muy bien».