El algoritmo serviría para sistemas de seguridad y tratamientos para autistas
El estudio o disciplina que se encarga de analizar los movimientos corporales y gestos, en cuanto a dar un significado expresivo o de actitud a los semblantes, se llama quinésica.
Correlacionar los movimientos y expresiones para determinar si alguien está mintiendo, o saber el estado de ánimo del amigo con sólo ver su histrionismo facial, es algo de información que la quinésica nos podrá dar.
Pero no es una ciencia exacta; puede variar el origen de un gesto a la interpretación que le damos.
Por ese y más argumentos, un equipo del MIT Media Lab ha estado trabajando para desarrollar un algoritmo capaz de detectar si alguien está proyectando lo que llamamos “sonrisa falsa”.
Según el blog de MITML, la mayoría de las personas cree que no suele sonreír en momentos de enojo, pero información de un experimento parece demostrar lo contrario.
Fue este hecho, dado la interpretación subjetiva, lo que llevó al equipo el querer diferenciar una sonrisa real que expresa alegría de una que parece más un mecanismo de defensa.
Generaron así un algoritmo de reconocimiento gestual, capaz de realizar esta distinción a veces confusa, a veces imperceptible.
El funcionamiento de este algoritmo no sólo serviría para el desarrollo de un sistema de seguridad con cámaras de reconocimiento gestual, sino también para entender más la psique de personas que sufren de autismo.
El sistema permitiría interpretar sus gestos, mejorando la comunicación entre una persona con autismo y las sociedad, además de funcionar como polígrafo que detecte la predeterminación de una sonrisa y lenguaje corporal en criminales.
Por lo pronto el algoritmo se enfoca solamente en la sonrisa, pero se espera que más algoritmos nazcan para decodificar el lenguaje corporal, y de paso, detectar nuestro estado de ánimo.
El experimento
Se le preguntó a un número de personas que actuara sus expresiones de deleite y frustración, mientras cámaras registraban sus expresiones.
Después se les pidió que llenaran un formulario en línea diseñado para causar frustración. También se les requirió ver un video construido para provocar deleitamiento, mientras estaban siendo grabados de igual manera.
Cuando se les pidió simular frustración, según Ehsan Hoque, líder y autor del estudio, el 90 por ciento de los sujetos no sonrió. Pero cuando se les presentó una tarea que generaba frustración real, el 90 por ciento sí sonrió.
El artículo del estudio fue publicado recientemente en IEEE Transactions on Affective Computing.