Una nueva investigación asegura que hace 16 mil años, inició el proceso de domesticación de los perros en un sistema de cuevas del sur de Alemania.
No hay especie más adaptada a nosotros que los perros. Sus habilidades sociales y comportamientos de manada son un caso de éxito sin parangón en la selección artificial a través de la mano humana.
La teoría más aceptada al respecto asegura que en algún momento de los últimos 15 mil a 30 mil años, estos mamíferos descendientes de los lobos se integraron a las poblaciones irregulares humanas, formando una relación simbiótica que, a grandes rasgos, les ofreció alimento seguro a cambio de sus habilidades de protección, alerta y un olfato superdesarrollado.
No obstante, rastrear históricamente la región del mundo en la que se domesticó a los perros por primera vez parecía una tarea casi imposible, hasta hoy:
Una investigación elaborada por el Centro Senckenberg de la Evolución Humana y Paleoambiente de la Universidad de Tubinga, al sur de Alemania, cree haber dado con una cueva que aporta pistas decisivas del acercamiento que produjo la domesticación del perro.

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A través del análisis de restos fósiles de distintos cánidos encontrados en una cueva conocida como Gnirshöhl, ubicada en el sur de la provincia alemana de Baden-Wuerttemberg, un equipo multidisciplinario llegó a la conclusión de que los huesos hallados se originaron a través de linajes genéticos diferentes y “los nuevos genomas secuenciados a partir de las muestras cubren todo el rango genético de lobo a perro doméstico”.
La hipótesis de los científicos asegura que fueron integrantes de la cultura Magdaleniense quienes criaron diversos linajes de lobos en la región, integrándolos a su modo de vida y comenzando de domesticación cuyos alcances son visibles hasta nuestros días.
A partir del análisis de los restos fósiles, fue posible concluir que estos cánidos mantuvieron una dieta más baja en proteínas de lo que un individuo en naturaleza solía comer, un indicativo que apunta a la influencia humana presente en aquél entonces:
“Consideramos que los cánidos de Gnirshöhle probablemente representan una fase temprana en la domesticación de los lobos, facilitada por los humanos que proporcionan activamente un recurso alimenticio para esos primeros domesticados”, explican los autores del estudio en un comunicado.
No obstante, resulta imposible inferir a través del estudio si aquellos cánidos se trataban de lobos o perros modernos; sin embargo, todo parece indicar que el intrincado proceso de domesticación del perro inició en Europa, específicamente en el suroeste de Alemania, hace poco más de 16 mil años.
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