Investigadores buscan crear plataformas para investigación de la ionosfera y otras aplicaciones
Científicos de la UNAM trabajan en un proyecto aeroespacial de largo plazo con el objetivo de crear plataformas de microsatélites para investigación, y esperan tener en unos tres años el primero, dirigido al monitoreo de contaminantes atmosféricos.
Para ello tienen la colaboración del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y el Instituto de Aviación de Moscú.
Con el MIT desarrollan el microsatélite Quetzal a través del programa MISTI (MIT International Science and Technology Initiatives), del que ya se tiene la primera etapa, que consta de la planeación de la misión: el tipo de aparato, el tamaño y su posible órbita. “Ahora arrancamos la segunda fase; si el proyecto es exitoso, podemos decir que tendremos el primer microsatélite mexicano en dos o tres años para el monitoreo de contaminantes atmosféricos”, explica Saúl Santillán Gutiérrez, coordinador del Centro de Alta Tecnología de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
En el caso del Instituto de Aviación de Moscú, los investigadores universitarios buscan desarrollar plataformas satelitales integradas con instrumentos de investigación para el estudio de la ionosfera y toma de imágenes de la Tierra. Mediante el proyecto Condor especialistas se han preparado en Rusia a fin de crear un grupo de desarrollo tecnológico en ingeniería espacial. Además de la transferencia de tecnología, explica el científico, el objetivo es operar sistemas de percepción remota, es decir, poder obtener fotografías del territorio nacional y verificar una teoría sobre el monitoreo de la ionósfera y sus posibles efectos sobre el clima y las comunicaciones.
Saúl Santillán dice que México participa en varias misiones espaciales y se espera que se incremente la velocidad de desarrollo del país en este sector.
Explica que en cuanto al diseño de satélites, en la actualidad hay auténticos laboratorios de cinco o seis toneladas, que orbitan a 600 ó 700 kilómetros del planeta, pero demasiado onerosos, por lo que la alternativa es desarrollar constelaciones satelitales integradas por microsatélites (30 a 100 kilogramos de peso) y desarrollar experimentos con nanosatelites (de uno a 10 kilogramos de peso, los llamados cube sats), los cuales son más baratos y accesibles.
Diseñar uno, agrega, representa retos tecnológicos, como compactar instrumentación o controlar su posición, pero los beneficios son enormes, pues se genera conocimiento y tecnología propia. “Los vemos como algo muy lejano de nuestras actividades, pero no es así”, puntualiza. Fuente: UNAM

