Entre más amenazados nos sintamos, más agradables somos con la gente que nos rodea
La lógica nos dicta que ante un ambiente amenazador seremos hostiles y que un ambiente agradable nos hará ser más amables. Por el contrario: Andrew White, un estudiante de doctorado en la Universidad Estatal de Arizona (ASU por sus siglas en inglés), y varios colegas observaron que las personas que consideraron al mundo un lugar peligroso, resultaron ser más amables que aquellos que no lo veían así.
El estudio incluyó el análisis de 54 países. Los datos arrojaron que las naciones que más invierten en sus fuerzas armadas (por lo tanto se considera que perciben un grado alto de amenaza), presentaban mayor número de gente con altos niveles de amabilidad hacia los demás.
Tras hondar en los datos, White encontró que la amabilidad en los ciudadanos de países armados estaba exclusivamente dirigida hacia sus familiares y amigos cercanos; y que por el contrario, se mostraban desagradables frente a extraños. Esto gracias a que dado los niveles de amenaza percibidos, la gente presenta desconfianza hacia personas con diferente nacionalidad o religión.
“Si percibimos que hay personas malas que nos pueden hacer daño allá afuera, seremos más agradables con los miembros de nuestro pequeño grupo”, explicó Douglas Kenrick, investigador líder del Laboratorio de la Cognición Social Evolutiva en la ASU y co-autor del estudio.
Pero qué tanto nos unimos a los “nuestros” ante la amenaza, también tiene que ver con cuantos hermanos crecimos. En este estudio se halló que los hijos únicos o con sólo un hermano presentaron mayor simpatía con extraños y fueron tan amables como con su propia familia.
Conociendo las razones por las cuales los grupos interactúan o no, puede ayudar a los investigadores a descubrir nuevas formas de aminorar los conflictos entre grupos. Kendrick sugiere que cuando se busca negociar con otro grupo, la prioridad debe ser recalcar sus semejanzas. “Si sienten que eres uno de ellos, tendrás más suerte en llegarles por el lado sensible”.
Fuente: Scientific American

