No estamos acostumbrados a convivir con nuestros pensamientos. Por eso, aprender a estar solo es un buen hábito para la salud mental.
Es temprano. Bajaste las escaleras eléctricas de la estación, y rezas por que encuentres un lugar vacío. Esperas. El vagón no tarda mucho en llegar. Las puertas se abren y entras. Sabes que va a ser un camino largo, y agradeces que hoy no hay mucha gente. De pronto, en el silencio del metro, te das cuenta de que no sabes estar solo.
Buscas consuelo en las redes sociales, pero no hay nada interesante. En la pantalla del vagón aparecen los mismos anuncios del gobierno de siempre. Todos a tu alrededor tienen la mirada clavada en el celular. Algunos cuantos miran por la ventana. Te angustia. Todavía falta mucho camino que recorrer.
Espacio mental

Vivir en una ciudad grande y llena de gente no es necesario para aprender a estar solo. Incluso en el campo, con el contacto cercano de la naturaleza, ésta es una habilidad necesaria para generar espacio mental. La cuestión no es nueva en la investigación psicológica. Por el contrario, ha ocupado esfuerzos importantes por parte de universidades en Estados Unidos desde hace, al menos, una década.
La Universidad de Virginia y la Universidad de Harvard acordaron invitar a estudiantes jóvenes a una investigación conjunta, en la que se analizara qué pasaba cuando la gente se quedaba sola, sin sus teléfonos ni estímulos externos. En la muñeca, les instalaron un dispositivo para darse shocks eléctricos chiquitos, cuando la ansiedad los sobrecogiera.
De acuerdo con Rémy Furrer, doctorante de la Universidad de Virginia, “el 67 % de los hombres y el 25 % de las mujeres optaron por electrocutarse intencionalmente, en lugar de pasar un corto período de tiempo a solas con sus pensamientos”. Esto sucedió en 2014. Sin embargo, los estudios posteriores con respecto a qué pasa en la mente cuando se está solo han arrojado resultados diferentes.
De acuerdo con su artículo para AEON, “las personas generalmente informan de un disfrute de bajo a moderado después de una experiencia en la que se les da total libertad para sentarse y pensar”. Sin el estímulo constante de las redes sociales o la interacción con otras personas, en Occidente nos cuesta mucho trabajo relacionarnos con nosotros mismos. No estamos acostumbrados.
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Pensar por placer

La problemática no es nueva. Por el contrario, de acuerdo con Furrer, no estamos acostumbrados a pensar por placer. Para entender mejor el concepto, lo divide en dos grandes rubros:
- Procesos de pensamiento: se refiere a la intención que tenemos al pensar, así como la habilidad que hemos ejercitado para concentrarnos.
- Contenidos del pensamiento: quiere decir aquello en lo que pensamos, el motivo, el significado.
Esta diferencia permite entender desde dónde estamos pensando. Generalmente, según el experto, nos hemos habituado a motivar nuestros procesos de pensamiento desde la angustia, la represión o la auto-reprimenda. Esto genera que la experiencia de pensar en soledad no sea del todo placentera, y que huyamos a estar solos con nuestros pensamientos.
Sin embargo, es posible enseñar al cerebro a pensar por placer. Estudios paralelos demuestran que, si de manera consciente nos obligamos a pensar en cosas, eventos, recuerdos que nos hagan felices, es más probable que nos acostumbremos a tener esos hilos mentales más disfrutables, en lugar de la telaraña angustiante en la que nos enredamos con frecuencia.
Silencio digital

De acuerdo con Furrer, uno de los mayores obstáculos que existen en la actualidad para estar solos es el contacto tan íntimo que tenemos con los dispositivos móviles. En el torrente aparentemente infinito de información mediática, hemos acostumbrado al cerebro a recibir gratificación instantánea. Por esto, también, nos cuesta tanto trabajo concentrarnos.
Al respecto, el experto explica que “tener la capacidad y la concentración para generar los pensamientos y mantener la atención en dichos pensamientos durante un período prolongado de tiempo” es necesaria para poder producir conscientemente pensamientos placenteros. Si logramos romper la barrera de la inmediatez, es más probable que la experiencia de estar solo se convierta en un hábito disfrutable.
Además de dar independencia emocional de los demás, saber qué nos produce placer también es una manera de autoconocimiento. Según la experiencia del psicólogo, el silencio digital es una de las vías más seguras para conseguir un espacio mental amplio, sano y funcional. A la larga, alcanzar este lugar le trae tranquilidad a las personas. Sólo por eso, tal vez valdría la pena explorarlo.
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