Una investigación sugiere que la memoria inmunológica de las personas recuperadas de Covid-19 alcanza más de 8 meses y podría mantenerse por años.
Con más de 104 millones de casos globales a cuestas, una pregunta clave sobre el futuro de la pandemia reside en la inmunidad, que depende de la capacidad del cuerpo humano para generar una resistencia duradera a Covid-19 y prevenir futuras infecciones.
Además de sus implicaciones directamente relacionadas con la protección que ofrecen las vacunas desarrolladas hasta el momento, conocer los alcances de la inmunidad natural (adquirida después de cursar la enfermedad sin importar su gravedad) es un imperativo para vislumbrar una salida de la crisis sanitaria global.
Y aunque los primeros estudios de corto plazo que analizaron la producción de anticuerpos mostraron un descenso preocupante al cabo de tres meses, la evidencia científica de que la inmunidad de las personas recuperadas se extiende por meses e incluso años es cada vez más amplia.
Tal es el caso de una investigación publicada en Science el 6 de enero de 2021, que ahondó en el comportamiento de la memoria inmune meses después de la infección por Covid-19 en 188 casos, incluyendo 43 muestras de personas que enfermaron hace más de 6 meses.

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El estudio se encargó de analizar los niveles de anticuerpos, las células T y las células B, los grandes responsables de potenciar la respuesta inmune ante cualquier patógeno. Tras analizar los distintos casos, la investigación descubrió que a pesar de que los anticuerpos disminuyen tras 8 meses, las células T y B (encargadas de la producción de nuevos anticuerpos) se mantienen en un nivel similar e incluso mayor, lo que significa que el mecanismo de protección contra el coronavirus se mantiene en un nivel alto y es probable que dure años.
Los anticuerpos son la primera línea de defensa contra un patógeno específico y la más conocida entre el gran público. Son formados por los linfocitos B cuando reaccionan a un antígeno con la intención de neutralizarlo; sin embargo, no se trata del único mecanismo del sistema inmune para frenar una infección.
Además de estas proteínas (que disminuyen a los pocos meses de llegar a su punto más alto tras una infección), contamos con un área más especializada, que actúa más lenta pero efectivamente guardando la memoria de los virus que ha combatido, el sistema inmunológico adaptativo.
Este sistema está compuesto principalmente por las células T de memoria y las células B de memoria, que guardan la información de los patógenos a los que el cuerpo ha estado expuesto y por lo tanto, son capaces de reconocerlo si en un futuro el virus intenta volver a penetrar en las células.
La investigación sugiere que esta inmunidad también aplica cuando se trata de vacunas y que sólo en casos excepcionales las condiciones de un mínimo de personas podrían dar lugar a una reinfección.
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