¿Has notado que desde el inicio de la pandemia de Covid-19 tienes dificultades para recordar qué hiciste hace algunos meses o hechos que evocabas con facilidad?
Además de las pérdidas humanas y los estragos económicos que la pandemia ha provocado alrededor del mundo, el aislamiento derivado del Covid-19 tiene un poderoso pero insospechado efecto en la salud mental de millones de personas que llevan meses sin salir de casa.
Las tasas de depresión y ansiedad se han duplicado en todo el mundo, demostrando que la necesidad de cuidados de salud mental es tan importante como las medidas de higiene para evitar contraer el virus.
Sin embargo, incluso las personas cuyas condiciones les han permitido mantener su salud mental a flote, están experimentando un deterioro en su memoria, tanto en la capacidad para recordar como en sus habilidades para generar nuevos recuerdos.

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Aunque aún es muy temprano para conocer los resultados de estudios que confirmen esta tendencia, la psicóloga y periodista Claudia Hammond explica en BBC Future cómo el aislamiento social y el confinamiento están provocando períodos llenos de lagunas mentales y confusiones en nuestros recuerdos.
Y aunque la capacidad de evocar recuerdos y producirlos varía de persona a persona, no hace falta conocer a fondo el cerebro humano para saber que la monotonía provocada por la pandemia es la principal culpable del daño a la memoria de millones alrededor del globo:
Para las personas con la fortuna de no enfermar (o enfermar levemente) y que tienen la posibilidad de trabajar vía remota, la mayor parte de 2020 se resume a estar en casa. Tanto los hechos cotidianos (como ir al trabajo o a la escuela, esperar el transporte público, salir a comer a un restaurante o atender una reunión de trabajo) como los momentos significativos (un cumpleaños, aniversario u otra fecha especial) se han reducido a lo que acontece alrededor de cuatro paredes.
Este más de lo mismo repetido durante meses alimenta un bucle con pequeños estímulos y mínimas excepciones, que se configura como un ambiente hostil para estimular la memoria y provocar nuevos recuerdos.

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El mayor problema reside en la memoria episódica, la que se forma a partir de recuerdos personales donde las experiencias, el contexto, las emociones, sentimientos y lugares provocan un recuerdo al que se puede acceder a través de la evocación de alguno de los estímulos anteriores.
Además, la memoria es una parte fundamental de la percepción humana del tiempo: a través de los recuerdos, es posible crear conexiones entre un momento y otro del pasado, estableciendo lapsos que comparados con otros, dotan de sentido a cada día del año.
Basta recordar la última vez que vimos a un ser querido antes del confinamiento y la emotividad del reencuentro tras meses de espera (o la pena de mantenerse aún a la distancia) para comprender que la memoria se nutre de referencias temporales que nos colocan biográficamente en uno u otro momento particular de nuestras vidas.
De modo que en el confinamiento, la falta de lugares, personas, emociones y situaciones distintas provocan una subutilización del hipocampo, la región que se encarga de la memoria, de modo que la mayoría de estas referencias subjetivas (cuando empecé a salir con mi pareja, cuando me mudé, cuando conseguí un nuevo empleo) han desaparecido de la vida de millones.
Esta es la razón por la que la mayoría de personas recuerda con precisión lo que hizo los días previos al inicio de la pandemia y tiene serias dificultades para describir qué pasó hace uno, dos, tres o cuatro meses.
Y aunque aún no es tiempo para retomar la vida cotidiana, la nueva normalidad exige una serie de nuevas experiencias para volver a estimular el hipocampo y la memoria. Realizar actividades distintas cada día en casa, salir a caminar al aire libre con todas las medidas de higiene y mantener un contacto estrecho con los seres queridos son formas sencillas de vencer al confinamiento y su papel en perjuicio de la memoria.
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