Parte de la terapia consistió en indicarles a los pacientes la naturaleza de las tarántulas, dándoles conocimiento racional sobre el objeto de su miedo irracional
Una terapia de dos horas cambió la actividad cerebral en las regiones donde se registraba el miedo a las arañas de unos pacientes, minutos después de que la sesión terminara.
“Antes del tratamiento, algunos de estos participantes hubieran permanecido fuera de sus hogares si pensaban que una araña estaba presente” dijo en una declaración la líder del estudio, Katherina Hauner, estudiante de post doctorado en neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Northwestern.
Según Hauner, después de una simple sesión de terapia que duró pocas horas, los voluntarios aracnofóbicos fueron capaces de acercarse, tocar y sostener una tarántula en sus manos, efecto que duró por los menos los siguientes seis meses.
El miedo a las arañas es un tipo de desorden de ansiedad catalogado en lo que se llama fobia, habiendo también miedos a la sangre, las agujas, las serpientes, lugares cerrados, entre otros.
Hauner comentó a la publicación LiveScience que tiene la esperanza de que las personas con específicas fobias, particularmente a las arañas, se den cuenta que tratamientos exitosos están disponibles, y que sus trastornos sólo necesitan pocas horas para curarse.
“Todavía no es fácil. Se tiene que estar motivado para sobreponerse al miedo” dijo Hauner.
La prueba
Hauner y sus colegas examinaron a 12 adultos, nueve mujeres y tres hombres con un promedio de 22 años de edad, que bajo su criterio se diagnosticaron con aracnofobia.
Su miedo arácnido era tan grande antes de la terapia, que tenían problemas incluso mirando fotografías de arañas.
Cuando tuvieron un vistazo de esas imágenes, cada cerebro mostraba actividad en regiones ligadas a la respuesta del miedo, incluyendo la amígdala, ínsula y la corteza prefrontal, mediante monitoreo de resonancia magnética (MRI).
Cuando se les pidió que tocaran la tarántula dentro de un domo cerrado, los participantes tenían tanto miedo que no se acercaron más allá de tres metros.
“Pensaban que la tarántula podía ser capaz de saltar fuera de la jaula para llegar a ellos” dijo Hauner en el reporte. “Algunos pensaban que la tarántula era capaz de planear algo maligno para lastimarlos deliberadamente”.
En la terapia, los voluntarios aprendieron sobre tarántulas en general, y que sus miedos exacerbados de los insectos eran sólo eso, un miedo exacerbado.
Fueron también guiados a través de un proceso por etapas que los acercaba más a las tarántulas, para que eventualmente pudieran ser capaces de agarrarlas y sostenerlas en sus manos; algunos empezaron tocándolas con un alambre, otros mientras tenían guantes, hasta que eventualmente las acariciaron cual mascotas.
“Les enseñamos que las tarántulas son frágiles y están más interesadas en tratar de esconderse de ellos” alegó Hauner.
Minutos después de la terapia, se les mostró imágenes, una vez más, a los participantes, pero esta vez el escaneo de la MRI mostró menos actividad en las regiones ligadas a la respuesta del miedo.
Esta reducción del temor persistió los siguientes seis meses.
Los detalles dele estudio fueron publicados esta semana en el Proceedings of the National Academy of Sciences.