Se le conecto una resonancia magnética a un paciente para comprobar que se encontraba en un estado conciente
Adrian Owen se emociona cuando habla del paciente 23.
El paciente 23 tenía 24 años cuando su vida se vio devastada por un accidente automovilístico.
Vivo pero sin responder, ha estado convaleciente en lo que los neurólogos se refieren como un estado vegetativo, desde hace 5 años.
Cuando Owen, en aquel entonces neurocientífico de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y sus colegas de la Universidad de Liège en Bélgica, pusieron al paciente 23 en una resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés), empezaron a formularle preguntas.
Increíblemente, proveyó respuestas. Un cambio en el flujo sanguíneo en ciertas partes del cerebro dañado del hombre convencieron a Owen que el paciente 23 estaba conciente y era capaz de comunicarse.
Fue la primera vez que alguien intercambiaba información con alguien en estado vegetativo.
Pacientes en esta condición han salido del coma, pareciendo estar despiertos. Algunas partes de su cerebro funcionan, y llegan a poder masticar, hacer muecas o hacer movimientos involuntarios de sus ojos. También tienen ciclos de sueño.
Sin embargo, estos comatosos “despiertos” no muestran conciencia de su alrededor, y los doctores han asumido que las partes de su cerebro requeridas para la cognición, percepción, memoria e intención se encuentran fundamentalmente dañadas.
Usualmente son diagnosticados con una condición irreversible.
El descubrimiento de Owen, reportado en 2010, causó furor mediático.
El médico especialista en ética, Joseph Fins, y el neurólogo Nicholas Schiff, ambos del Colegio de Medicina Weill Cornell de Nueva York, lo llamó “un potencial transformador para la práctica clínica”.
“Es difícil abrir un canal de comunicación con un paciente y ser capaz de seguirlo inmediatamente con una herramienta que le sirva a él y sus familiares, y hacerlo rutinariamente” dijo Owen cuando Cambridge le otorgó un fondo de 270 millones de pesos mexicanos (19.5 millones de dólares) para hacer la técnica más confiable, barata, precisa y portátil.
Owen no oculta la renuencia, todavía, de este método para hacerle la pregunta más difícil a los pacientes: aquella donde decidan si desean seguir viviendo o no, alegando que es muy temprano pensar en tal aplicación.
“Las consecuencias de preguntar (eso) son muy complicadas, y necesitamos estar absolutamente seguros en saber qué hacer con las respuestas antes de ir por ese camino” ratificó.

