Se trata del primer caso de mutación de COVID-19 en el cuerpo de un recién nacido.
Aún existen muchas incógnitas sobre los efectos de COVID-19 y el embarazo; sin embargo, es un hecho que las mujeres embarazadas tienen mayores posibilidades de sufrir complicaciones, como el nacimiento prematuro o la necesidad de recibir atención hospitalaria.
Esto fue precisamente lo que ocurrió con una mujer embarazada en Malmo, Suecia, que se convirtió en el primer caso de transmisión vertical (de madre a hijo) en el útero que produjo una mutación del virus en el recién nacido.
Durante su semana 34 de embarazo, la mujer comenzó a experimentar un intenso dolor abdominal, que la llevó de emergencia al Hospital Universitario de Skane. De inmediato, los doctores detectaron que el ritmo cardíaco del feto era anormal y realizaron una cesárea para salvar la vida de ambos.
Después de una prueba, confirmaron la sospecha inicial: tanto la mamá como el recién nacido resultaron positivos a COVID-19.

A un año del inicio de la pandemia, la evidencia de que la transmisión vertical (de madre a hijo) es posible se basa en las pruebas positivas de recién nacidos; sin embargo, aún se desconoce si los contagios ocurren antes del nacimiento, durante el parto o después del mismo.
En este caso, descrito por Mehreen Zaigham, Ginecóloga y Obstetra de la Universidad de Lund, los investigadores confirmaron que se trató de una transmisión materno-fetal, luego de comparar el genoma de madre e hijo y descubrir que era idéntico.
No obstante, el caso dio un giro inesperado conforme avanzó la secuenciación genómica del virus alojado en el recién nacido: aproximadamente a los cinco días de edad, los científicos descubrieron que el SARS-CoV-2 había mutado en el organismo del bebé, que ahora alojaba tanto al virus original de su madre, como la mutación recién descubierta.
El equipo nombró a la mutación A107G, y aunque se trata de un mecanismo común en los virus ARN como el coronavirus, la velocidad a la que sucedió este cambio sorprendió a los científicos.
Según Zaigham, el hallazgo más importante fue la primera evidencia del daño que COVID-19 puede provocar a la placenta, la estructura que transporta sangre, oxígeno y nutrientes al feto durante su desarrollo.
El equipo a cargo de la investigación descubrió que la mitad de este tejido estaba dañado, presentaba una inflamación extendida y presentaba proteínas del SARS-CoV-2 tanto en el lado materno, como en el fetal.

Finalmente, tanto la madre como el bebé se recuperaron satisfactoriamente de la infección y debido a que no fueron hallados anticuerpos en la leche materna, se concluyó que el sistema inmune del recién nacido neutralizó al virus por sí mismo.
Aún no está del todo claro cómo ocurrió la mutación, pero la hipótesis más aceptada al momento sostiene que el contacto con el ambiente externo tras el nacimiento, estimuló los cambios genéticos en el virus dentro del recién nacido.
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