Después de siglos, finalmente la ciencia encontró una explicación viable a qué sucede en la mente de las ‘víctimas’ de posesiones demoniacas.
Durante siglos, ministros religiosos, sacerdotes y chamanes atribuyeron las tribulaciones de las personas a fuerzas externas. Si alguien padecía convulsiones, gustaba de hablar solo o se rebelaba en contra del sistema hegemónico, estos comportamientos se interpretaban como signos de intervenciones demoniacas. En la actualidad, la comunidad científica se ha encargado de entender y desmitificar qué pasa en la mente de las ‘víctimas’ de posesiones diabólicas. Esto es lo que sabemos.
La cuestión del alma

Antes de entender qué pasa en la mente de las personas que se dicen víctimas de posesiones demoniacas, la lingüista estadounidense Felicitas D. Goodman prefiere abordar la cuestión del alma. Para la forma de entender el mundo en el cristianismo, ésta es la esencia vital que anima al cuerpo que, además, fue dotada por Dios a los seres humanos. Así lo describe en su artículo para la revista Alteridades:
“[…] para aquellos que aceptan la hipótesis del alma, un ser humano puede ser como un carro con un conductor dentro de él. El carro es el cuerpo, y el chofer el alma”.
Este regalo divino es irrenunciable, ya que es Dios quien lo otorga y, a su vez, quien lo retira. Por esta razón, en este marco de referencia sería imposible tener más de un alma: por el contrario, es esta esencia la que dota de individualidad al ser humano ante la mirada divina. Más aún: en el sistema binario de pensamiento judeocristiano, como es un regalo de Dios, el alma es buena por naturaleza.
Cualquier desviación en este sistema de valores no se le atribuye al alma, sino al libre albedrío y a las tentaciones del mundo sensible. Ésta es una de las primeras maneras de entender lo que sucede en la mente durante las posesiones demoniacas: la esencia vital de una persona está siendo corrompida por una fuerza alterna, que pertenece al terreno del mal y de las sombras.
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Entre el alma, la mente y las posesiones demoniacas

Durante siglos, no hubo una separación evidente entre la concepción de mente y alma en el mundo cristiano. Durante la Ilustración, en el siglo XVIII, esta distinción se hizo mucho más dicotómica: bajo el dominio de la Razón, la sensibilidad del alma quedó relegada a un segundo plano en la constitución del ser humano.
Sin embargo, algunas características de ambos conceptos abstractos se entremezclan. Como son intangibles, una fácilmente pueden tomar prestadas algunas funciones de la otra. Así como el alma de un poseído se desviaba del camino del bien en términos religiosos, la ciencia ha intentado explicar durante siglos las enfermedades mentales como consecuencia de influencias externas.
El catedrático Duván Vallejo Grajales, de la Universidad Católica de Luisamigo, tiene razón en decir que este tipo de fenómenos no sólo han intentado ser justificados desde el cristianismo. Por el contrario, tradiciones chamánicas antiquísimas han intentado explicar así los comportamientos bestiales de los seres humanos, que escapan a la razón y al entendimiento científico.
¿Qué pasa en realidad?

En la actualidad, sabemos que las mentes de las personas que dicen padecer posesiones demoniacas en realidad tienen desbalances químicos. Mientras en la Edad Media se entendía como la encarnación de un demonio en una persona, en la actualidad se tiene evidencia de que los pacientes de esquizofrenia y otros trastornos de la personalidad lidian con carencias en algunos compuestos que necesita el cerebro para funcionar “normalmente”.
Para ello, la acotación que hace Vallejo Grajales es pertinente:
“El diagnóstico psiquiátrico de este fenómeno se basa en cuestiones subjetivas del profesional, como un acto de fe, por lo cual un análisis neutral no reconocería allí ningún demonio”.
Considerando lo anterior, no es que existan demonios que provoquen mentes atormentadas por posesiones. Por el contrario, se trata más bien de psicosis o neurosis que hoy en día pueden ser tratadas a nivel clínico. Muchas veces, además, están ligadas a la historia de vida de las personas, que dan salida al estrés, al dolor y al duelo de formas que no pueden explicarse solamente desde la vía racional.
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