Muy pronto, el cielo nocturno podría estar plagado de las luces de satélites, en lugar del fulgor natural de las estrellas, constelaciones y galaxias.
Las ciudades más densamente pobladas ya son víctimas del fenómeno. Al volver la mirada a las alturas por la noche, difícilmente pueden apreciar el fulgor de las estrellas: la luz de los anuncios comerciales, de los faros en los coches y los rascacielos consumen por completo al cielo nocturno.
En la actualidad, sin embargo, el problema está llegando a un nivel más alto de complejidad. Además de lidiar con la contaminación lumínica en las grandes capitales del mundo, a los astrónomos les preocupa que la basura espacial inhiba la visualización de las estrellas, constelaciones y otros cuerpos celestes de ahora en adelante.
Más aún cuando proyectos como Starlink, de SpaceX, pretenden proveer servicios de internet por vía satelital, en constelaciones de más de 4 mil unidades coordinadas desde el espacio. Mientras Elon Musk da los primeros pasos para establecer su industria de servicios de conectividad desde el espacio, estos son los retos que se ven venir en la línea del horizonte.
Una demanda creciente

No es la primera vez que a los astrónomos les preocupa que, al mirar la bóveda celeste por la noche, ya no encontremos las constelaciones que han iluminado el firmamento por milenios. Por el contrario, Universidad de Regina en Canadá diseñó un mapa del cielo nocturno en el que se muestra el impacto de la basura espacial en la visualización de estrellas, otros planetas e incluso galaxias.
Sin embargo, la propuesta de Starlink ha atraído a un gran número de personas que, en medio de la pandemia, necesitaban conectividad sólida de internet para ir a la escuela o atender sus obligaciones en el trabajo. En su página oficial, el proyecto de Elon Musk explica el servicio como sigue:
“Utilizando satélites avanzados en una órbita baja, Starlink permite videollamadas, juegos en línea, transmisión y otras actividades de alta velocidad de datos que históricamente no han sido posibles con Internet por satélite”.
En medio de la crisis sanitaria, los habitantes de diversos pueblos remotos en Estados Unidos decidieron activar su membresía, ya que les proveía de conectividad de alta velocidad. A pesar de los aparentes beneficios inmediatos que este tipo de servicios ya están teniendo para millones de personas, los costos a largo plazo podrían sobrepasar, por mucho, la demanda creciente de internet en las ciudades rurales.
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‘Smog’ espacial en el cielo nocturno

En la actualidad, la NASA tiene registradas al menos “27 mil piezas de desechos orbitales o ‘basura espacial'”. Además de representar un riesgo para la comunidad de astronautas que están en la Estación Espacial Internacional, ya están obstaculizando la observación astronómica y científica del espacio exterior.
Al respecto, la astrónoma estadounidense Samantha Lawler lamenta que estas consecuencias se puedan apreciar muy pronto, ya que no existe una reglamentación clara para la actividad espacial comercial:
“Sin regulación, sé que en un futuro cercano, uno de cada 15 puntos que puedes ver en el cielo serán en realidad satélites que se arrastran implacablemente, no estrellas. Esto será devastador para la investigación astronómica y cambiará por completo el cielo nocturno en todo el mundo”, explica la experta para The Conversation.
De hecho, según el estudio que publicó para The Astronomical Journal, 1 de cada 15 luces en el cielo nocturno en los próximos años será de un satélite artificial. Esto quiere decir que, próximamente, las constelaciones de dispositivos humanos brillarán con más potencia que las propias estrellas, cuyo fulgor ha acompañado a la historia natural de la Tierra por milenios.
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Un futuro demasiado brillante

Según Lawler, la región más afectada por la basura espacial está localizada arriba de los 50º de latitud norte y sur del planeta. Sus estudios han identificado a “Londres, Ámsterdam, Berlín, Praga, Kiev, Vancouver, Calgary” y algunas ciudades en Estados Unidos como los puntos con más contaminación del cielo nocturno.
El problema se centra, de acuerdo con su experiencia, en la falta de discusión legal y comercial que todavía existe en este ámbito. Sin parámetros específicos y regulaciones claras, Elon Musk, Jeff Bezos y otros multimillonarios que quieren incursionar en la carrera espacial tienen el campo libre para hacer lo que quieran.
En términos ambientales, explica Lawler, todavía ni siquiera alcanzamos a entender la magnitud del impacto ecológico que este tipo de actividad implica. Por el contrario, apenas se están apreciando los costos inmediatos, como “la contaminación atmosférica de los cientos de lanzamientos de cohetes necesarios para construir y mantener este sistema”, escribe la astrónoma. En medio de una crisis climática y sanitaria, la relación costo-beneficio debería de analizarse quirúrgicamente.
Nadie se está tomando el tiempo de hacerlo.
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