Tras décadas de exploración espacial, una incógnita continúa asaltando al resto de la humanidad: ¿cómo van al baño los astronautas?
La vida de un astronauta está llena de complicaciones. Una de ellas es la imposibilidad de poner pausa a sus comportamientos humanos al momento de salir a explorar el espacio. Esto hace que, aún más allá de la comodidad de nuestro planeta, los preparados viajeros tengan que comer, dormir y, aún más importante, ir al baño. Pero, ¿cómo logran hacer esto sin mayores problemas? ¿Cómo van al baño los astronautas en un lugar donde no existe el agua, ni la gravedad? La curiosa respuesta se esconde detrás de décadas de avances tecnológicos y una serie de accidentes que dejaron a más de un cosmonauta con una mala experiencia espacial.
Una historia de accidentes y pruebas…
Desde los primeros vuelos tripulados por humanos, la necesidad de inventar algo que facilitara orinar y defecar a los astronautas se hizo notable. De hecho, una de las primeras personas enviadas al espacio –el astronauta estadounidense Alan Shepard– confesó haber “vaciado su vejiga” en sus calzoncillos de algodón mientras esperaba el despegue de la cápsula Mercury Redstone 3.
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Esto ocasionó que la NASA destinara años de investigación y millones de dólares para encontrar la forma más fácil de evitar estos inconvenientes. Entre principios de la década de los sesenta y finales de los ochenta, la agencia espacial estadounidense probó con receptores de orina (muy parecidos a los condones de látex), bolsas y pañales. Si bien estos artículos parecían ofrecer una solución, a la larga causaban molestias a los viajeros y la acumulación desmedida de desechos humanos en las costosas naves espaciales.

A principios del nuevo milenio, la NASA presentó un novedoso –y a la vez anticuado– sistema que permitía a los astronautas deshacerse de todo aquello que necesitaban desechar. Se trataba de un escusado que contaba con un mecanismo que sellaba su asiento cuando estaba en uso. Con esto, se evitaría que la gravedad cero causara cualquier imprevisto mientras el astronauta trataba de defecar u orinar. Desafortunadamente, el artefacto no funcionó como se esperaba.
¿Cómo van al baño los astronautas?
En 2018, tras gastar más de $23 millones de dólares en su fabricación, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio envió a la Estación Espacial Internacional un nuevo inodoro que solucionaba todos los problemas de su antecesor y ofrecía una experiencia óptima para todo astronauta que tuviera que ir al baño durante su estadía en el espacio.
Según detallaron, el aparato era 65% más pequeño y 40% más liviano que el baño introducido más de una década antes. También contaba con un sistema de flujo de aire único que “succiona” la orina y las heces para colocarlas en bolsas selladas al vacío. Esto garantizaba mayor efectividad en el tratamiento, contención completa de olores desagradables y menor tiempo dedicado a su limpieza y mantenimiento.
Desde entonces, este escusado ha ayudado a decenas de astronautas –hombres y mujeres– a orinar (mediante el uso de una manguera y un embudo) y defecar. Además, el avanzado retrete permite filtrar la orina para reciclarla y almacenar solo una pequeña parte de los desechos sólidos para su estudio en la Tierra; el resto se carga en un espacio de la nave expuesto a altas temperaturas durante su reingreso a la atmósfera terrestre, lo que permite la desintegración total de estos. La NASA actualmente estudia la posibilidad de procesar muestras fecales con el fin de recuperar agua que pueda ser reutilizada e incluso consumida por los astronautas.
La última frontera de la higiene
Por supuesto, ir al baño no es la única preocupación higiénica que tienen los astronautas. De hecho, los viajeros espaciales gozan de ciertos métodos que les permiten bañarse, lavarse los dientes y enjuagar su pelo.
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En 2015, la astronauta italiana Samantha Cristoforetti compartió videos de cómo ella y sus compañeros en la Estación Internacional Espacial lograban mantenerse limpios a pesar de las condiciones adversas que enfrentan en el espacio. Por ejemplo, para bañarse aplicaba jabón líquido y agua que, ante la ausencia de gravedad, se pegaba a su cuerpo en forma de burbujas que podía frotar hasta quedar limpia.

Lo mismo hacía para lavarse el pelo, aunque en este caso ocupaba un shampoo especial que no necesitaba enjuagarse. Mientras que para cepillarse los dientes recurría a los utensilios empleados en la Tierra. La única diferencia es que en el espacio no hay lugares donde pueda escupir el agua mezclada con dentífrico, por lo que los astronautas se ven obligados a tragársela.
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