El asteroide troyano 1998 VF31 que orbita Marte es casi idéntico a la Luna, pero… ¿cómo pudo llegar allá?
Antes de que todos los planetas del Sistema Solar y sus satélites describieran las órbitas que conocemos, los escombros resultantes de los impactos entre mundos en formación dieron paso a asteroides, planetoides y hasta a la Luna.
Los cuerpos que no lograron escapar de la atracción gravitatoria de algún planeta formaron satélites naturales, mientras que otros asteroides comenzaron una órbita larga respecto al Sol y más allá de Neptuno.
Sin embargo, otro tipo de asteroides se quedaron atrapados en las órbitas de distintos mundos, persiguiéndolos en una carrera sin fin a 60 grados detrás y delante de sus planetas.
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Estos objetos son conocidos como asteroides troyanos y se trata de remanentes de la formación de los planetas que integran nuestro vecindario cósmico, mucho antes de que el Sol y los demás mundos atraídos por su gravedad formaran un sistema armónico con órbitas definidas.

Debido a su masa, Júpiter es el planeta con más asteroides troyanos conocidos; sin embargo, algunas observaciones han demostrado que incluso los planetas interiores del Sistema Solar como la Tierra tiene uno, mientras Marte concentra algunos alrededor de su órbita.
Conocer más de los materiales que forman a los asteroides troyanos es una ventana a un tiempo remoto del Sistema Solar; sin embargo, en esta ocasión el análisis de un troyano de Marte sorprendió sobremanera a los científicos:
A través del Very Large Telescope (VLT) en Chile, un equipo del Observatorio y Planetario de Armagh (AOP) en Irlanda del Norte analizó el espectro de cuatro asteroides troyanos de Marte y después de encontrar similitudes entre los primeros tres, descubrieron que el material del cuarto del grupo era distinto al del resto.
Al analizar a través de una técnica llamada espectroscopía al asteroide llamado 1998 VF31, los científicos encontraron sorpresivamente que la marca espectral más similar a la del asteroide no se parecía a la de los troyanos de Júpiter, ni a la de los cuerpos que forman el cinturón de asteroides.
Después de un par de intentos fallidos para emparentar los materiales del asteroide con otros conocidos, los científicos ampliaron la muestra a otros cuerpos del Sistema Solar.
Entonces descubrieron que el objeto con mayor similitud a 1998 VF31 es un viejo conocido de nuestro planeta: la Luna.
Pero, ¿cómo pudo un trozo lunar alcanzar la órbita de Marte y convertirse en un asteroide troyano?
Los autores del estudio creen que una posibilidad es que, lejos de tratarse de restos lunares, 1998 VF31 pasó por un largo proceso de exposición a la radiación solar, que provocó su actual apariencia lunar.
Sin embargo, otra teoría en pie afirma que en el pasado remoto de nuestro satélite natural, el impacto de un asteroide provocó que un fragmento lunar tomara rumbo hacia la órbita marciana y fuera atrapado por la atracción gravitatoria del planeta rojo.
La teoría más aceptada sobre la formación de nuestro satélite natural es que se originó hace unos 4 mil 500 millones de años, cuando un protoplaneta del tamaño de Marte impactó contra la Tierra, dando lugar a un enorme disco de escombros que se fusionó gracias a la atracción gravitatoria, dando forma a la Luna.
Es muy probable que este impacto y la gravedad de la Luna respecto a la Tierra jugara un papel esencial en el desarrollo de moléculas orgánicas y la formación de mareas primitivas en la superficie terrestre que hicieron posible la vida en nuestro planeta.
Y aunque aún es temprano para dilucidar este misterio, las próximas observaciones podrían ayudarnos a conocer más a detalle el origen de la Luna y la formación de los cráteres provocados por violentos impactos y visibles desde la Tierra.
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