La persecución de la herejía por parte de la Inquisición fue uno de los delitos inquisitoriales, o la bandera, que enarboló durante toda su existencia; es decir, se trató de su justificación para “vigilar y castigar” a aquellos “cristianos viejos” que se apartaban del camino de Dios. Por Luis René Guerrero Galván
Sin embargo, la sociedad fue practicando acciones y situaciones atípicas que la institución adaptó a manera de delitos dentro de la esfera de la competencia inquisitorial, de tal manera que fueron surgiendo una serie de transgresiones a la fe, la política y la moral del entorno.

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Delitos inquisitoriales: encontra del dogma
Las primeras clasificaciones se dieron alrededor de las proposiciones; es decir, construir o afirmar oraciones donde se asentara algo contrario al dogma.
Éstas podían ser heréticas, que consistían en la negación de la fe cristiana, habiendo recibido el bautizo previo, o de la religión, también conocidas como apostasías.
Bajo este criterio se encontraban las siguientes transgresiones: judaísmo, mahometismo, protestantismo, alumbradismo –se trataba de un término irónicamente despectivo, pues frente a los auténticos “iluminados” por la luz de Dios, los llamados “alumbrados” no serían sino falsos místicos, guiados (o más bien desencaminados) por el demonio–.
Les seguían las blasfemias, que eran palabras o expresiones injuriosas, heréticas, malsonantes, temerarias o lujuriosas que se dicen contra Dios o las cosas sagradas.
Finalmente, los cismas, que se referían a las discordias o separación de las personas con el Sumo Pontífice.
En contra de la moral
Luego vendrían las actitudes contrarias a la moral, tales como la bigamia (casado dos veces), poligamias y poliandria, para el caso femenino, pues se trataba de la condición de la mujer que está casada con más de un hombre.
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Supersticiones
También se encontraban las supersticiones, es decir cultos que se daban a quien no se debe, de modo igualmente inconcebible, tales como la brujería o hechicería (que se trataba de un intento por dominar a la naturaleza para producir resultados benéficos o maléficos), al igual que la curandería, maleficios y los pactos.

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Defender al poder
Asimismo, también vendrían los delitos inquisitoriales contra la política de la Iglesia y de la Corona.
Aquí se encontraban aquellos propios de los religiosos, que serían de competencia exclusiva de la Inquisición desde el Concilio de Trento, tales como la solicitación, que era la situación específica que se da entre un confesor y su penitente en la que el religioso requería amores a su hija o hijo de confesión.
El matrimonio de religiosos y el confesante sin órdenes, o la indebida administración de sacramentos.
Libros prohibidos
Finalmente, en otras áreas de actuación de la Inquisición se encontraba la persecución de libros prohibidos, que se inició desde 1559 con el Catalogus Librorum qui prohibentur promulgado por el inquisidor Fernando de Valdés.
Con el tiempo seguirían publicándose índices en España, que desde finales del siglo XVI dieron origen a una multitud de edictos emitidos por el Tribunal del Santo Oficio de México, por ejemplo, con el fin de evitar la difusión de los libros heterodoxos y la contaminación ideológica de los nuevos cristianos.
Texto publicado en revista Muy Interesante México. Ed.09-2019.
