Las aventuras de algunos personajes célebres continuaron después de su muerte, cuando sus cuerpos se vieron sujetos a extrañas vicisitudes.
El pontífice juzgado
El papa Formoso gobernó a la Iglesia entre 891 y 896 en un papado difícil y lleno de cuestionamientos. En 897 su sucesor, Juan VII, indicó que lo exhumaran, lo sentó en el trono papal y lo sometió a juicio por su conducta indebida, en el llamado ?sínodo del cadáver?.
El tribunal lo halló culpable y determinó que le cortaran los dedos pulgar, índice y medio que usaba para bendecir a los fieles. Su cuerpo fue arrojado a las aguas del río Tíber, pero un monje lo rescató. Después se le consideró inocente de los crímenes mencionados en el juicio, pues sus restos mortuorios cumplieron distintos milagros pedidos por sus fieles.
El faraón profanado
Ramsés II fue faraón de Egipto entre los años 1279 y 1213 a. C., y se le considera uno de los grandes reyes de aquella civilización. Al fallecer fue sepultado en el Valle de los Reyes, en una ceremonia de gran pompa. Sin embargo, en una etapa posterior el cadáver fue trasladado a una cueva cercana para mantenerlo a salvo de los depredadores de tumbas. Allí permaneció hasta su descubrimiento en el siglo XIX. En los años siguientes se le depositó en el Museo de El Cairo.
En 1974 fue conducido a París para someterlo a un proceso de mantenimiento; las autoridades egipcias le otorgaron un pasaporte que, en su espacio referente a ocupación, señalaba: ?Rey muerto?. Cuando llegó a Francia recibió los honores reservados a un jefe de Estado.
Un castigo para el revolucionario
El líder republicano Oliver Cromwell organizó una revolución en Inglaterra, derrocó e hizo ejecutar al rey Carlos I. En 1660, dos años después de su fallecimiento, la monarquía se restauró y el rey Carlos II dispuso castigar al principal responsable de la muerte del rey anterior. Como Cromwell ya estaba muerto, sacaron su cuerpo de la Abadía de Westminster, lo pasearon por las calles de Londres y lo ejecutaron en la horca en los cadalsos de Tyburn.
Cuando lo descolgaron, deshicieron sus restos; sólo conservaron la cabeza, que estuvo a la vista en Westminster Hall hasta 1685. Pasó por las manos de diversos coleccionistas hasta 1960, cuando fue sepultada en el colegio Sidney Sussex, la universidad donde había estudiado.
La explosión de una noble
Ana María Luisa de Orléans, duquesa de Montpensier, era prima del rey Luis XIV de Francia y una de las damas más distinguidas del siglo XVIII. En constante oposición a su tío, jamás se casó, porque consideraba que ningún hombre podía estar a su altura, y se mantuvo como un espíritu crítico, elitista e independiente. Murió en 1693, rodeada de lujos y honores. De acuerdo con la costumbre de la época, su cuerpo fue embalsamado, por lo que las vísceras y órganos internos se depositaron en una urna especial separada del ataúd.
Durante el funeral ésta, cuyo contenido ya se hallaba en franco proceso de descomposición, estalló. Los miembros de la familia real y los demás asistentes del sepelio se vieron obligados a huir para escapar del mal olor que despedían los restos.
La momia del fraile
Fray Servando Teresa de Mier fue uno de los grandes promotores de la Independencia de México. Tras la consumación de ella fue reconocido como uno de sus precursores y habitó el Palacio Nacional hasta 1827, cuando falleció y fue sepultado en el Convento de Santo Domingo. En 1861, cuando los liberales saquearon diversas instituciones religiosas, se apoderaron de su cuerpo y, junto con otras doce momias, las exhibieron como presuntos testimonios de los excesos de la Inquisición.
El dueño de un circo trashumante (ambulante) compró algunas, de este modo la momia de Fray Servando estuvo de gira por el mundo. Fue vista por última vez en Bélgica en el siglo XIX.
Galería del suspenso
El filósofo inglés Jeremy Bentham, considerado el padre del utilitarismo, fue miembro del University College de Londres. Antes de morir (1832) dispuso que su cadáver, vestido y embalsamado, con una cabeza de cera, fuera colocado en una vitrina dispuesta en la Sala de Consejo de su centro educativo. Allí permanece hasta la fecha, con su indumentaria pintoresca, sentado dentro de un amplio gabinete protegido por un vidrio. Entre sus piernas se encuentra la cabeza auténtica, que fue sometida a un proceso de momificación.
Santa Evita
En Argentina, tras la caída del gobierno del general Juan Domingo Perón en 1955, el cadáver embalsamado de su esposa Evita Duarte, quien había fallecido en 1952, fue secuestrado por el nuevo grupo en el poder. Estuvo oculto dos décadas, durante las cuales se generó una gran confusión puesto que Perón había mandado hacer varias réplicas perfectas con tal de salvaguardar el auténtico.
Los verdaderos restos fueron llevados en 1957 a Milán, en cuyo cementerio se sepultó con el nombre falso de María de Magistris. En 1971, cuando se hallaba exiliado en Madrid, el general Perón lo recuperó, y cuando regresó al poder, en 1973, logró que el cuerpo volviera de su exilio. En 1976 fue depositado en la cripta de la familia Duarte en el cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires.