A dos kilómetros de la pirámide de Kukulkán, la ofrenda submarina fue depositada por mayas para pedir lluvia al dios Tlaloc
En el interior de un cenote a dos kilómetros de la pirámide de Kukulcán, conocido como Holtún, arqueólogos descubrieron bajo las aguas restos prehispánicos que, luego de su análisis, revelan un novedoso tipo de ritual mortuorio maya; en el nicho fueron hallados restos humanos de al menos seis individuos, tal vez sacrificados.
Mientras los investigadores de la Universidad Autónoma de Yucatán y el Instituto Nacional de Antropología e Historia exploraban el pozo natural, al ascender después de bajar 21 metros, descubrieron a cinco metros de la superficie una cueva inundada que conducía al nicho, en el que había huesos humanos y de animales, vasijas de cerámica, cuentas de jade y de concha, cuchillos de pedernal, bifaciales, artefactos redondos de concha (anteojeras con rasgos característicos que aluden a Tláloc, o Chaac, la deidad de la lluvia) y carbón utilizado en lo que parece ser una ofrenda sagrada para pedir agua.
Al centro, en la ofrenda principal, estaban los cráneos de un perro (animal relacionado con los espíritus que van al inframundo), un venado (animal simbólico de inframundo y creación), una tibia humana, y un cuchillo de sacrificio. En el fondo del cenote, en la poza principal, a 50 metros de profundidad, además yacían esqueletos humanos de una veintena de individuos y más de un centenar de huesos de animales, cerámica y esculturas, entre ellas un portaestandarte con características similares a un jaguar.
El cenote, explicó al diario español ElMundo.es el investigador Guillermo de Anda, director del equipo de arqueólogos y del proyecto ‘El Culto al Cenote’, nunca había sido explorado y por tanto todo estaba en su sitio, como lo dejaron los sacerdotes mayas, en lo que hoy es Chichen Itzá.
Los investigadores piensan que este ritual en honor al dios de la lluvia debió celebrarse en los siglos IX y X, cuando los mayas padecieron dos periodos de sequía en la región que provocaron el colapso maya.
Esta práctica ritual es novedosa. Los casos documentados de sacrificios mayas hasta ahora se referían a ritos en que se arrojaba a las víctimas al fondo del cenote junto a objetos y otros elementos religiosos. “En este caso las personas no eran arrojadas, sino colocadas en las paredes del cenote. A causa de la sequía, el nivel del agua pudo haber descendido entre 3 y 5 metros respecto al que tiene hoy, lo que habría facilitado a los mayas llegar hasta la cavidad y depositar la oblación”, señaló De Anda.
Podría tratarse de un ritual semejante al del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, sólo que cuando se realizaron las investigaciones en este famoso yacimiento, entre 1882 y 1968, los escasos adelantos en la metodología y técnica de investigación propiciaron que se perdiera mucha información, por lo que el estudio de este nuevo cenote podría ayudar a aclarar muchas incógnitas que quedaron sin respuestas.

