Para buscar mensajes de seres celestiales, Isabel I consultaba un espejo ‘mágico’ hecho exclusivamente de obsidiana azteca.
Isabel I tenía un espejo que le permitía hablar con ángeles. En sus aposentos privados, la reina dedicaba una parte significativa de sus días a estas comunicaciones espectrales que, a sus ojos, le brindaban protección y buenos consejos. Muchas veces, sin embargo, era su consejero quien interpretaba los mensajes de otro mundo. John Dee, a quien la monarca confió sus más grandes secretos, acostumbraba traducir estos encuentros, para que la reina entendiera lo que los entes celestiales querían decirle.
Aunque el espejo mágico de Isabel I fue bien conocido por la corte —y diversos historiadores y biógrafos—, sólo recientemente se encontró que estaba hecho de obsidiana. En aquel entonces, la piedra sólo se encontraba en la meseta mexicana, de donde los aztecas la obtenían para sus propios fines rituales. Incluso en el siglo XVI, el material se confeccionó en forma de un círculo perfecto que, misteriosamente, llegó a manos de la monarca británica.
Ésta es la historia.
Ventanas a otros mundos

Los aztecas creían que le corazón de Huitzilopochtli estaba hecho enteramente de obsidiana. Es una piedra completamente negra que, cuando se quiebra, sólo permite cortes lisos. Antiguamente, los sacerdotes mexicas tenían la convicción de que si se miraba con suficiente detenimiento, en las profundidades del reflejo en la piedra podrían encontrarse visiones de otro mundo.
Tom Metcalfe, corresponsal de National Geographic, explica que por esta razón se confeccionaron espejos de obsidiana con fines rituales, como el que tenía Isabel I. Visto de otra manera, los artefactos realizados con este material eran ‘ventanas a otros mundos’, que permitían la comunicación con dioses, espíritus y seres de otros planos esenciales. John Dee, del otro lado del planeta, tenía conocimiento de estos artículos —y se hizo de uno cuando Hernán Cortés regresó de alguna de sus campañas colonizadoras.
Como ocultista, el consejero de la monarca británica sabía que gran parte del conocimiento relativo a las ciencias oscuras se basaba en tratar de explorar otros planos de consciencia. Como tal, tenía una colección vasta y diversa de artículos que le permitían establecer contacto con lo que él creía que eran fantasmas, espectros y ángeles guardianes. El espejo ‘mágico’ de Isabel I era uno de ellos, según se explica en una publicación reciente de Antiquity, de la Universidad de Cambridge.
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Recorridos de ultramar

El espejo ‘mágico’ de Isabel I no fue la única curiosidad de la que la corte británica se hizo en el siglo XVI. Por el contrario, John Dee coleccionó múltiples objetos rituales venidos de ultramar. Los colonizadores los recolectaban como evidencia de sus trayectos al otro lado del mundo. Para los ocultistas europeos, muchos de ellos despertaban el mismo halo místico con el que estos artículos habían dejado su lugar de origen.
Los arqueólogos de Cambridge piensan que es posible que el espejo de Isabel I pudiera venir de zona centro de México, en donde actualmente está Pachuca. “Una vez que miras profundamente, has abierto esa conexión”, explica el arqueólogo Karl Taube, de la Universidad de California en Riverside, Estados Unidos. Esta misma comunicación era a la que John Dee aspiraba, al buscar apoyo de seres celestiales para aconsejar las decisiones reales de la corte británica.
Aunque sus intenciones reales han sido cuestionadas en revisiones históricas posteriores, es una realidad que muchas de las decisiones de Isabel I fueron consultadas ante el espejo ‘mágico’. En la actualidad, este artículo forma parte de la colección del British Museum, en la galería dedicada a la Ilustración. Sus facultades espirituales nunca han sido comprobadas.
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