En la cosmovisión de los antiguos pobladores de América las conchas y caracoles simbolizaron tanto el mundo acuático como la fertilidad y la regeneración de la vida. La evidencia arqueológica muestra que, desde el periodo formativo de Mesoamérica (1400-600 a. C.) hasta la Conquista española en el siglo XVI, conchas y caracoles fueron utilizados para la fabricación de objetos utilitarios, de ornato y votivos.
La doctora Lourdes Suárez Diez, autora de una tipología para la clasificación de ornamentos de concha, precisa que éstas fueron de gran estima para los habitantes de Mesoamérica “debido a que provenían del agua, líquido vital en el desarrollo de la vida, y a su asociación con el mar le atribuían valores mágicos y sobrenaturales”.
“Para ellos era un material precioso, lo mismo que las piedras verdes, como el jade y la turquesa, las plumas de aves exóticas o incluso el oro. Es un marcador cultural tan importante como la lítica o la arquitectura”, explicó en un comunicado la especialista de la Dirección de Etnohistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Las conchas y su papel en Meso y Aridoamérica
Las conchas también jugaron un papel importante en la religión y en la ideología de los habitantes del México antiguo, además en Meso y Aridoamérica “generaron una gran industria productora de utensilios y ornamentos”, cuyo control lo tuvieron las clases gobernantes: reyes, sacerdotes y militares.
La experta del INAH añade que la concha se usó para fabricar pectorales, brazaletes, narigueras, orejeras, pendientes; también solas o combinadas con otros materiales servían para hacer collares o iban cosidas a los vestidos o remataban el borde de diversos atuendos.
Debido su carácter espiritual, la concha aparece en la representación de los dioses, porque “le da al dios una connotación mágica y el objeto mismo, por ejemplo el pectoral de Quetzalcóatl, conocido como ‘Joyel del viento’, llegó a ser símbolo de la divinidad. Los atributos del dios pasaban al objeto y viceversa”.
El doctor Adrián Velázquez, quien ha estudiado los ornamentos de concha en la ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlán, asegura que el complejo simbolismo de la concha es “eminentemente de fertilidad, porque está relacionada con el agua que pensaban provenía del inframundo. Por eso, se le asociaba con las divinidades acuáticas y de fertilidad de la tierra”.
No obstante, añade, también está asociada a las divinidades celestes, dado que muchos pueblos de Mesoamérica, entre ellos los mexicas, “creían que astros como el Sol, Venus o las estrellas eran guerreros estelares que penetraban cíclicamente en la tierra para fecundarla”.
Su estudio permite entender tanto las prácticas religiosas como los complejos intercambios comerciales y culturales.
La doctora Suárez resume que a la concha se le encuentra representada en la arquitectura, escultura, cerámica, pintura mural y en los códices prehispánicos. Cada uno de los pueblos prehispánicos dotó a la joyería de concha con características específicas, lo que ha permitido a los estudiosos conocer el estrato social de los individuos que las portaban, sean políticos, militares o sacerdotes.
Como parte de la religión, también se ha podido estudiar su utilización estrictamente ceremonial o votiva. Finalmente, también se le ha investigado, junto como otros bienes suntuarios, por su importante papel en el comercio de las sociedades antiguas mesoamericanas.
Imagen: trompeta teotihuacana de concha de caracol, en mesoweb


