Una de las leyendas más impactantes del panteón mesoamericano es la protagonizada por los dioses Coatlicue, Huitzilopochtli y Coyolxauhqui, quienes conformaban una familia por demás cruenta. Texto por Luis Felipe Brice
Coatlicue significa en náhuatl “la que vestía falda de serpientes”. Tal denominación puede constatarse en la conocida representación escultórica hallada en 1790, en el que entonces era el corazón de la capital de la Nueva España, antes había sido la Plaza Mayor de Tenochtitlan y hoy día es el Centro Histórico de la Ciudad de México.
La escultura muestra a un siniestro personaje que tiene por cabeza dos serpientes y penden de su cintura igualmente varios de esos reptiles sagrados.
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Para completar su tenebroso aspecto, cuelga sobre su pecho un collar con corazones, manos y una cabeza humanos. Se trata de la diosa madre de la tierra y, por lo tanto, de la agricultura y fertilidad.
Su esposo era Mixcóatl (“la serpiente nube”), dios de la cacería. Sus hijos eran los 400 dioses de las estrellas o Centzon Mimixcoa (“serpientes de las nubes”), la diosa Coyolxauhqui y el dios Huitzilopochtli.
Al igual que Quetzalcóatl, según versiones, Huitzilopochtli (“el colibrí zurdo”) pudo haber sido un personaje de carne y hueso. Pero no cualquier mortal, sino el rey de los aztecas que los condujo desde la mítica Aztlán hasta su asentamiento como mexicas en lo que sería la gran Tenochtitlan.
Venerado como deidad de la guerra, bajo su influjo bélico el pueblo mexica se convirtió en el imperio más poderoso de su tiempo en Mesoamérica.

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Por su parte, Coyolxauhqui (“la que se pinta el rostro con figuras de cascabeles”) era una diosa lunar, única hija de Coatlicue y hermana de los 400 Centzon Mimixcoa. Fue ella quien lideró el intento de asesinato de su madre al enterarse de que había concebido a Huitzilopochtli.
Sin embargo éste, al nacer, se dio a la tarea de defender a su progenitora del atentado, persiguiendo y matando a muchos de los conjurados, entre ellos a su hermana Coyolxauhqui, a quien cortó la cabeza.
La representación de este fratricidio quedó plasmada en la escultura hallada en 1978, también en el Centro Histórico de la Ciudad de México: el monolito de tres metros de diámetro muestra a la deidad con el cuerpo desmembrado, la cabeza cercenada y el rostro cubierto de cascabeles.
“Aquel que los convenció de que debían salir a correr suerte y que los anduvo acaudillando fue el Huitzilon, a quien más tarde le anduvieron diciendo Huitzilopochtli”.
Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan
Texto publicado en revista Muy Interesante México Ed.11-2019
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