Construida por orden de Iván el Terrible en 1554, la catedral moscovita de San Basilio corrió peligro de ser derrumbada en muchas ocasiones. En 1812 y durante la llamada: invasión al Imperio ruso, Napoleón I Bonaparte utilizó la catedral como establo, tal y como le gustaba hacer en los edificios religiosos de las ciudades a las que iba sometiendo con su ejército.
Afortunadamente no sufrió grandes daños. Pero fueron muchas las batallas que soportó antes y después de ese hecho. Incendios, revoluciones, dos guerras mundiales y el comunismo rígido de Stalin, quien estuvo de acuerdo con la aniquilación de monumentos religiosos.
Siglo XX
En plena manifestación de la arquitectura brutalista soviética, al gran amigo de Stalin, Lázar Kaganóvich (1893-1991) se le encargó la remodelación de la capital rusa para convertirla en algo más nacional. Al artista se le ocurrió que sería bueno hacer que la Plaza Roja se viera más iluminada y llena de vida.
Su propuesta innovadora pensaba demoler la iglesia de San Basilio. Cuando fue a mostrarle su proyecto a Stalin puso sobre la mesa una maqueta de la Plaza Roja con todos sus edificios removibles. Se cuenta que en aquella reunión, Kaganóvich levantó bruscamente la figura miniatura de la catedral para escenificar el plan de acabar con ella. En ese momento Stalin lo interrumpió enérgicamente y exclamó:

San Basilio y el Tetris
La estructura religiosa nunca se ha movido y hasta la fecha se puede apreciar cuando se visita Rusia. Muchos hemos conocido esta monumental iglesia sin haber visitado nunca el país anfitrión del mundial de fútbol de 2018.
Esto se lo debemos, en parte, al juego del Tetris que invadió al mundo en la década de los 80. Creado en 1984 por el ingeniero informático ruso Alekséi Pázhitnov, el popular juego siempre abre las partidas con la imagen de la catedral de San Basilio. Este rompecabezas multicolor se conecta de alguna forma con la belleza de esta catedral emblemática que permanece en la Plaza Roja de Moscú.
Fuente:
TÍTULO: Revista Muy Interesante México. Mayo, 2018, no. 5