En el curso de los milenios la muerte ha dado origen a rituales diversificados entre las culturas del mundo.
En el curso de los milenios la muerte ha dado origen a rituales diversificados entre las culturas del mundo. Algunos nos sorprenden por su carácter extremo o radical pero todos buscan lo mismo: vincular a los difuntos con los vivos.
En el mundo occidental contemporáneo existe un ajustado protocolo para los rituales mortuorios que parece reducirlos a un trámite: el papeleo, el velorio en el espacio aséptico de la agencia funeraria y la sepultura o la cremación con servicios modernos como la entrega de las cenizas a través de empresas de paquetería. Ocasionalmente el aspecto religioso se encuentra presente a través de un discreto servicio en la funeraria o en una iglesia. Todo es correcto y predecible en este conjunto de actos, donde es raro que los asistentes pierdan el control.
En contraste con estas prácticas funerarias, nos sorprenden otras revestidas de un carácter que podemos considerar extremo.
Algunas culturas, como los indígenas wari de Brasil y los melanesios de Papúa Nueva Guinea, solían practicar el endocanibalismo; es decir, devoraban los cadáveres como una forma de establecer un contacto permanente con los difuntos y expresarles el deseo de que permanecieran integrados a la sociedad y la familia. Los budistas tibetanos consideran que los cadáveres son sólo el recuerdo material del alma que los habitó, por lo que no es necesario conservarlos. El 80% de los practicantes opta por reducir los cuerpos a pequeños trozos y exponerlos al aire libre, para que los animales los devoren. De este modo, los cadáveres se integrarán a otras formas de vida. Ello nos recuerda las prácticas funerarias del zoroastrismo, la religión viva más antigua del mundo, cuyos creyentes entregaban los cadáveres a los buitres. Y si comer los cadáveres parece un exceso, algunos indígenas australianos se apropiaban de ellos de manera distinta: recuperaban los líquidos generados durante la descomposición para untarlos en el cuerpo de los más jóvenes, o se apoderaban de los huesos para conservarlos como amuletos.

