Después de un juicio que duró más de 20 años, Galileo Galilei renunció a sus teorías astronómicas frente al tribunal inquisidor del Vaticano. Ésta es su historia.
Galileo Galilei estaba cansado. El juicio ya se había extendido a lo largo de más de 20 años y, en varias ocasiones, la Inquisición le había hecho advertencias muy enérgicas para que abandonara sus investigaciones científicas. Aunque de que contaba con el reconocimiento de los científicos más renombrados de Europa durante el Renacimiento, los altos mandatarios de la Iglesia Católica tenían gravísimas reservas sobre sus postulados teóricos.
A pesar de que logró zafarse el problema durante décadas, el 12 de abril de 1633, tuvo que renunciar al trabajo de toda su vida frente al papa Urbano VIII. En su contra, estaba la condena como ‘vehementemente sospechoso de herejía‘, tras afirmar que la Tierra no era el centro del Universo. Esto fue lo que sucedió.
Galileo contra el Santo Oficio

La historia de las ‘ofensas’ que Galileo Galilei había hecho a la Santa Inquisición con sus teorías sobre el acomodo del cosmos empezó en 1610. Junto con otros científicos en Europa, el astrónomo concluyó que los cuerpos celestes se movían de acuerdo a un arreglo diferente al que aprobaba la Iglesia. Y lo que es más: que nuestro planeta no era el centro del Universo.
Después de años de observación astronómica, Copérnico y Galilei aseguraban que el Sol era el centro del Universo. A esta teoría se le conoció como ‘heliocentrismo’, y versaba en contra de lo que el catolicismo había impuesto como la información ‘oficial’. Más aún cuando el discurso estaba dominado por la corriente de pensamiento antropocéntrica, que colocaba al Hombre en el centro de todas las cosas.
La tensión se elevó algunos años más tarde, cuando Galileo publicó Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo en 1632. En éste, compiló todas sus teorías sobre los movimientos de los astros, sus apuntes sobre la forma de Venus y algunas ideas preliminares sobre cómo se comportan los planetas.
La Iglesia entendió este tratado como un insulto directo. Y Galileo Galilei fue acusado por herejía por dar a conocer sus teorías astronómicas.
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Bajo amenaza de tortura

La Inquisición no fue laxa con Galileo ni con sus teorías. Por el contrario, a los pocos meses de publicado el tratado, el astrónomo italiano fue citado ante el tribunal inquisidor del Vaticano. Así lo explica el historiador estadounidense Hal Hellman para The Washington Post:
“Bajo amenaza de tortura, encarcelamiento e incluso quema en la hoguera, se vio obligado, de rodillas, a ‘abjurar, maldecir y detestar’ toda una vida de pensamiento y trabajo brillantes y dedicados”.
Ese día, el juicio estuvo encabezado por el inquisidor principal, Vincenzo Maculani da Firenzuola. Años antes, había sido designado por el papa Urbano VIII. Durante su mandato, había seguido de cerca el trabajo de Galileo, y condenado sus teorías astronómicas como heréticas.
Después de años de persecución eclesiástica, Galilei se vio forzado a renunciar a todo su desarrollo teórico. Específicamente, aquellas sobre que el Sol era el centro del Universo, y que los demás planetas giraban en órbita alrededor suyo. “La práctica habitual exigía que los acusados fueran encarcelados y recluidos durante el juicio”, explica History. De lo contrario, sería enviado a la hoguera.
Silencio en la vejez
Para cuando terminó el juicio, Galileo Galilei era un hombre de 69 años. Para la Italia renacentista, era un anciano con años de trayectoria científica encima —y el peso de la mirada de la Santa Inquisición, que observó al astrónomo hasta el final de sus días muy de cerca.
Durante sus años de vejez, el astrónomo italiano tuvo que permanecer recluido en su casa de Florencia. Aunque intercambió algunas cartas con sus colegas y amigos más cercanos, se sabe que nunca más volvió a impartir clases, y que sus apuntes de astronomía se perdieron casi por completo. Sólo nos llegan algunos cuantos.
El científico murió a los 77 años. En ese tiempo, sus restos fueron relegados a una cripta discreta, porque la Iglesia no permitió que se le rindieran honores pomposos. No fue hasta siglos después que se erigió un mausoleo más digno para él.
Hoy, sabemos que ni la Tierra ni el Sol son el centro del Universo.
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