El tocado de plumas de quetzal y oro de Moctezuma, además de distintos códices prehispánicos son sólo algunas piezas invaluables que podrían volver a México.
El expolio es una actividad común y normalizada cuando se trata de culturas antiguas. Las salas y bodegas del Museo Británico y el Louvre son los mejores ejemplos de ello, con decenas de miles de piezas, códices y esculturas que pertenecen al pasado del territorio que hoy comprende países como Egipto, Grecia, Irak o Turquía.
En el caso de las piezas precolombinas, el auge de los arqueólogos-aventureros norteamericanos y europeos en México y Latinoamérica a finales del siglo XIX provocó la creación de un mercado de piezas prehispánicas que llegaron a manos de coleccionistas e instituciones sin ningún tipo de regulación.
Recientemente, el gobierno de México inició una serie de labores diplomáticas con la intención de repatriar temporalmente piezas de los antiguos mayas y nahuas para exhibirlas durante 2021. Estos son algunos de los tesoros prehispánicos más valiosos fuera de México y la historia de cómo fueron expoliados:
Penacho de Moctezuma

Una de las piezas prehispánicas más famosas es el quetzalapanecáyotl que supuestamente perteneció a Moctezuma, un tocado de plumas de quetzal con oro y plata que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) llama solamente ‘Penacho del México Antiguo’.
La versión más conocida del origen de esta pieza es que el propio Moctezuma la ofreció como regalo a Cortés en 1519. A pesar de su popularidad, los expertos coinciden en que no se trata de una pieza única que perteneció al tlatoani, sino de uno de muchos tocados que poseía el gobernante mexica.
Actualmente es parte de la colección permanente del Museo de Etnología de Viena y a raíz de la solicitud de México para un préstamo con fines de exhibición en 2021, los curadores de la institución coinciden en que debido a su fragilidad, es imposible trasladarlo sin que las vibraciones propias de cualquier transporte le provoquen algún daño.
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Códice Florentino

Se trata de un conjunto de códices ilustrados y escritos en náhuatl, español y latín, creados por fray Bernardino de Sahagún que describen la vida cotidiana, costumbres y tradiciones de los mexicas.
Es una de las fuentes directas más importantes de la Conquista y está dividido en doce libros, donde se abordan ampliamente temas ligados a la cosmovisión mexica, como los dioses y su origen, las festividades relativas a estas deidades, la adivinación en el mundo prehispánico, mitos, leyendas y la flora y fauna del Valle de México.
El Códice Florentino es resguardado en la actualidad por la Biblioteca Laurenciana de Florencia y aunque México posee una copia, la versión más fidedigna que mantiene en su posesión Italia fue enviada por el propio fraile al Papa en 1580.
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Códice Borgia

Este manuscrito fue elaborado en el siglo XIII entre Puebla y Oaxaca y según el INAH, se trata de un tonalámatl, es decir, un “libro de adivinación y augurios, basado en el calendario ritual de 260 días de Mesoamérica”.
El códice Borgia original pertenece a un grupo de códices homónimos y posee 40 hojas de piel de venado con ilustraciones de distintas deidades mesoamericanas como Ehécatl, Mictlantecuhtli y Tonatiuh. También ilustra temáticas como el ciclo agrícola, festividades y rituales prehispánicos.
Aunque no se sabe con precisión cómo llegó a Europa, el Códice fue comprado por el cardenal Stefano Borgia, quien lo donó a la Biblioteca Apostólica Vaticana y por lo tanto, está en poder del Estado Vaticano.
Códice Cospi o Bolognia

Este manuscrito forma parte del grupo de códices Borgia y tiene un carácter adivinatorio e incluye representaciones del calendario ritual de 260 días mesoamericano.
El códice está escrito en piel y se cree que fue elaborado por antiguos nahuas. También contiene apuntes astronómicos que resaltan los periodos de Venus, planeta que se asoció con una manifestación de Quetzalcóatl para los mexicas.
Actualmente se encuentra en posesión de la Biblioteca de la Universidad de Bolonia, Italia. Se cree que en el siglo XVIII llegó a manos del Marqués Ferdinand Cospi, quien finalmente lo puso en manos de la Universidad italiana.
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