La última frase pronunciada por un personaje importante es considerada un momento sublime en el que se concentra su pensamiento o un mensaje importante para la humanidad aunque a veces no es así.
“Por favor no eche usted a perder mi ecuación”. Arquímedes (287-212 a.C.), filósofogriego, autor de diversas teorías físicas. La leyenda dice que la anterior fue su respuesta a un soldado romano que le exigió reportarse con el general después de la caída de Siracusa. Por no obedecerlo pues hacía un cálculo, el militar lo ejecutó.
“Espérenme un minuto. Está bien, está bien, sólo denme un momento por favor”, Alejandro VI (1431-1503), papa de la Iglesia Católica y miembro de la controversial familia Borgia quien, después de una vida de crimen y exceso, se arrepintió de sus pecados.
“No me importa si vivo o muero. Sigue adelante y mátenme de una vez”, Jeffrey Dahmer (1960-1994), asesino serial, practicante de necrofilia y canibalismo, responsable del homicidio de diecisiete personas, apodado el Carnicero de Milwaukee. Fue asesinado a golpes con un tubo por su compañero de celda Christopher Scarver.
“¿Qué no tengo meningitis?”, Louisa May Alcott (1832-1888), autora de Mujercitas. Enferma desde hacía años, su deceso no fue ocasionado por ese mal, sino por envenenamiento con el mercurio que había usado para el tratamiento de la fiebre tifoidea.
“No pasa nada, no pasa nada”. Fue lo último que dijo el archiduque Francisco Fernando (1863-1914), heredero al trono austro-húngaro, momentos después de sufrir el atentado en Sarajevo que le costó la vida y dio inicio a la Primera Guerra Mundial.
“Más luz, más luz”, Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832). El espíritu más brillante de la Ilustración o Iluminismo se despidió del mundo con una frase a la altura de sus grandes obras como Fausto y Los sufrimientos del joven Werther. Otras versiones sostienen que se dirigió a su hija Otilia y le dijo: ven pequeña, dame la mano.
“Discúlpeme señor. No lo hice a propósito”, María Antonieta (1755-1793), consorte de Luis XVI, rey de Francia. Pronunció la frase cuando subió al cadalso para ser guillotinada y se tropezó por accidente con un pie de su verdugo.
“Apaga ese maldito cigarro”, Hector Hugh Munro, Saki (1870-1916), cuentista británico sobresaliente por su humor negro. Participante en la Primera Guerra Mundial, falleció en la batalla de Beaumont Hamel cuando el enemigo detectó a su tropa debido a la luz de un cigarrillo encendido.
“No me pregunten cómo estoy, porque ya no entiendo nada”, Hans Christian Andersen (1805- 1875), autor danés de importantes cuentos infantiles como La sirenita y El patito feo.