Tenía 11 años de edad cuando Gilberto Bosques Saldívar atestiguó algunos de los movimientos antiporfiristas que se gestaron en su natal Chiautla de Tapia, Puebla. Estos eventos buscaban mejorar las condiciones del país e inaugurar una época marcada por la justicia, la democracia y la libertad. Por María Gabriela Muñoz
El joven, quien había sido instruido por su madre dada la falta de maestros en la región, sabía que la educación era esencial para cambiar al país y vivir bajo los ideales que había escuchado durante los primeros años de la década de 1900. Por ello, en 1910 Gilberto ingresó al Benemérito Instituto Normal. Pronto su desempeño lo hizo destacar; en mayo de ese mismo año se convirtió en presidente de la Junta Directiva de Estudiantes Normalistas, y en noviembre se sumó a la rebelión de Aquiles Serdán Alatriste (1876-1910), líder de la Revolución Mexicana en Puebla.
La mano a un refugiado
Gilberto Bosques retomó sus estudios un año más tarde. Se graduó el 24 de octubre de 1914 y comenzó su carrera de escritor y maestro. Ferviente seguidor de Venustiano Carranza (1859-1920), Bosques comulgaba con las ideas revolucionarias que buscaban cambiar al país, por lo que eventualmente se sumó al escenario político nacional como diputado del Congreso Constituyente de Puebla.
Sin embargo, el gran salto en su carrera se presentó en la década de 1920. En 1922 fue electo diputado federal por el Partido Cooperatista Nacional (PCN), y en 1925 formó, junto con José Vasconcelos (1882-1959), la Imprenta Aztlán, ubicada sobre la calle de Regina, en el Centro Histórico del Distrito Federal.
A mediados de los años 20 Gilberto Bosques se había convertido en uno de los ejes centrales del proyecto educativo revolucionario. Junto con Rómulo Velazco Cevallos editó El sembrador (1929), proyecto de la Secretaría de Educación Pública que incluía colaboraciones de Diego Rivera, Fermín Revueltas y Leopoldo Méndez, entre otros reconocidos artistas que más tarde lo ayudarían a salvar la vida de diversos intelectuales, políticos y artistas internacionales que buscarían refugio en México.
Como integrante del Partido Nacional Revolucionario (PNR), Bosques fue diputado federal de 1934 al 37. El 1 de septiembre de 1935, en calidad de presidente de la Cámara de Diputados, respondió el primer informe de gobierno de Lázaro Cárdenas (1895-1970).
Durante esos años también dirigió el periódico El Nacional (1937-1938) y se hizo cargo de la Secretaría de Prensa y Propaganda del PNR. En 1938, el general Cárdenas le dio un nuevo giro a su carrera.
Más que un diplomático
Tras su nombramiento como cónsul general de México en Francia, la familia Bosques Manjarrez se mudó a Europa. María Luisa Manjarrez, su esposa, así como los hijos de ambos, Laura María, María Teresa y Gilberto, llegaron a un continente vejado ya por las semillas del fascismo y nazismo. La misión de Bosques era representar al gobierno de Cárdenas y mantenerlo al tanto de los avances de Hitler. Se cree que tras llegar a Europa y atestiguar la situación que se vivía en España, Bosques convenció a Cárdenas de abrir las puertas a los refugiados españoles que huían del régimen de Francisco Franco (1892-1975).
Pero con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, el Cónsul General de México en Francia también comenzó a ayudar a judíos, libaneses, franceses y austriacos que deseaban huir de Europa. Ese mismo año Bosques rentó los castillos de Reynarde y Montgrand a fin de utilizarlos como centro de asilo para refugiados.
En el primero hospedó a 850 personas y en el segundo a unos 500 niños y mujeres. En los refugios se pretendía mitigar los horrores de la guerra y dar alivio a sus habitantes, quienes recibían alimentos y medicinas y participaban en diversas tertulias y puestas en escena antes de zarpar a su destino final: México.
Investigado por la Gestapo
A pesar de ser investigado por la Gestapo, Bosques y la delegación de 43 mexicanos que lo acompañaba crearon además un centro en los Pirineos donde se dio asilo a más de 80 niños que habían resultado huérfanos. Las instrucciones para el personal del consulado eran dar apoyo a cualquiera que quisiera escapar. Cuando en 1940 Alemania ocupó París, el contingente mexicano cambió su sede a Marsella, donde continuaba con la labor de rescate y visado. Se calcula que entre 1939 y 1943 Bosques envió a México a unas 40,000 personas, de las que 20 mil eran republicanos españoles.
Cuando Bosques debió cortar relaciones con el Gobierno de Vichy, fue apresado por la policía secreta nazi. La familia Bosques Manjarrez, así como los mexicanos que laboraban en el consulado, fueron enviados primero a Amélie-les-Bains, en los Pirineos, y luego a un hotel en Bad Godesberg, en Bonn, Alemania, donde permanecieron un año dos meses como prisioneros. Los gobiernos mexicano y estadounidense colaboraron para lograr en 1944 su liberación.

Después de la guerra
Bosques pensaba que todos los hombres tenían el derecho a la libertad y durante su faceta como diplomático ejerció este ideal. Así, de regresó a México ‘el Schindler de la Guerra Civil Española’ fue recibido en la estación Balbuena por unas 7 mil personas, en su mayoría judíos y españoles que recuperaron su libertad gracias a su trabajo como representante de México en el extranjero.
Dos años más tarde el poblano fue Ministro Plenipotenciario en Portugal (1946-1950), embajador en Suecia y Finlandia (1950-1953), y después en Cuba (1953-1964). En la isla del Caribe conoció a Fidel y Raúl Castro, con quienes entabló una buena relación. Tras la toma del Cuartel Moncada (Santiago, Cuba, 26 de julio de 1953), Fidel fue sentenciado a 15 años de prisión; sin embargo, debido a las gestiones de Bosques el revolucionario fue liberado 22 meses después y exiliado a México, donde conoció a Ernesto ‘Che’ Guevara. Castro regresó a Cuba el 2 de diciembre de 1956 y Bosques fue testigo, en 1959, del triunfo de la Revolución Cubana.
Cuando Gustavo Díaz Ordaz fue electo presidente en diciembre de 1964, Bosques, quien no comulgaba con el ideario del nuevo mandatario, solicitó que se le diera de baja del Servicio Exterior Mexicano.
Bosques entonces actuó tras bambalinas. El militante nunca se cansó de escribir ni de ayudar al país por el que luchó hasta el último minuto de su vida. Gilberto Bosques Saldívar falleció a los 102 años de edad; era un hombre recto y cabal que creía en la libertad y el poder de la educación. El 1 de julio de 1967 la Autoridad para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto (Yad Vashem) lo declaró hombre “justo entre las naciones”.

