Esta es la historia de Hermine Braunsteiner, la “Yegua de Majdanek”, una de las guardianas nazi que pasaron a la historia por su extrema crueldad.
Hermine Braunsteiner en realidad ansiaba ser enfermera, pero el destino y la precaria situación de su familia la llevaron hasta las filas del nazismo donde hizo carrera como Aufseherin (guardiana en los campos de concentración). Esta es la historia de la llamada “Yegua de Majdanek”, una mujer que hizo del maltrato y la violencia su carta de presentación.
Primeros años
Nuestro personaje nació 16 de julio de 1919 en Viena, Austria. Friedich Braunsteiner, su padre, trabajaba de chofer de una fábrica de cerveza, mientras su madre, María, era asistenta del hogar y se dedicaba a limpiar negocios y casas. La familia era de férrea convicción católica. Hermine era la menor de siete hijos.
Al no poder estudiar enfermería, se vio obligada a entrar a trabajar a edad muy temprana. Hermine no sabía ni leer ni escribir, situación que la llevaba de un empleo a otro sin la posibilidad de obtener una remuneración económica sólida.
Cuando Hitler incorporó a Austria al régimen del Tercer Reich, en 1938, Braunsteiner supo que era una buena oportunidad para tener un mejor nivel de vida. El discurso del líder nazi la capturó por completo, a tal grado que quería formar parte de su partido.
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Hermine Braunsteiner y su llegada al nazismo como Aufseherin
Así fue como Hermine viajó a Berlín para solicitar un puesto como Aufseherin (guardiana de campo de concentración) en Ravensbrück. En este lugar recibió la instrucción de María Mandel, la “Bestia de Auschwitz”, otra de las mujeres más sádicas del Tercer Reich que estuvieron al frente de campos de concentración.
Profesora y alumna no tuvieron una relación nada amigable, a pesar de que Braunsteiner mostraba grandes dotes para ejercer la violencia sobre los presos. Debido a ello tuvieron que ser separadas: Hermine fue reubicada en el campo de concentración de Majdanek (en Polonia), mientras María fue traslada a Auschwitz.
La Yegua de Majdanek

Majdane estaba destinado a retener prisioneros de guerra polacos, pero terminó siendo un campo de concentración y exterminio. En él, Hermine Braunsteiner se dio a conocer por su sádico método para tratar a los presos: los pateaba y pisoteaba tan fuerte, y tan repetidas veces, con sus botas negras con tacones reforzados de acero, que muchas veces terminaba por matarlos o dejarlos malheridos.
Le apodaron the mare (la yegua), kobyla (en polaco), o la Stute von Majdanek (en alemán). Lo mismo pateaba a mujeres jóvenes que a ancianas indefensas. También los niños solían correr la misma suerte. A veces usaba el látigo para azotarlos. Hermine tan solo contaba 23 años de edad.
Como los demás campos de concentración, Majdanek se caracterizaba por el trato deshumanizado hacia los presos: se les obligaba a trabajar hasta 12 horas al día y se les alimentaba con raciones ridículas de comida.
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Las infames cámaras de gas
La población de presos comenzó a crecer a tal grado en Majdanek que se tomó una decisión: imponer las cámaras de gas para eliminarlos de manera sistemática.
Hermine Braunsteiner tuvo un papel bastante activo en la selección de prisioneros que morirían por esta vía. También aquí mostró su falta de humanidad: según testimonio de Eva Konikowski, ex prisionera en Majdanek, Braunsteiner y su supervisora Else Ehrich “dieron a los niños algunos caramelos y llevaron a los pequeños a las cámaras de gas”.

El principio del fin para Hermine Braunsteiner
El ejército soviético entró a Majdanek en enero de 1944. Evacuaron a los presos y Hermine fue trasladada de vuelta a Ravensbrück. Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, Alemania cayó a manos de los Aliados. Braunsteiner escapó al temer por su futuro y estuvo huyendo durante varios meses.
Sin embargo, fue detenida por las tropas estadounidenses, que la pusieron en libertad al poco tiempo. A continuación vino un periodo de idas y venidas entre detenciones y liberaciones. Pero no por mucho tiempo. Tras un juicio celebrado en la localidad de Graz, Hermine fue sentenciada a tres años de prisión, a la cual ingresó el 7 de abril de 1948, por lo cometido solo en Ravensbrück.
La mujer fue liberada en abril de 1950 y comenzó una nueva vida, intentando ocultar su pasado. En 1958 se unió en matrimonio con Russel Ryan, un mecánico de origen americano. Juntos viajaron al barrio de Queens, en Nueva York, para comenzar una nueva vida.
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Estados Unidos: el último escondite
Hermine Ryan fue su nuevo nombre y de esa forma se instaló en un país que la veía renacer sin pagar por sus crímenes del pasado. Pero nuestro personaje no contaba con la presencia de Simon Wiesenthal, el cazador de nazis más famoso de la historia, que dio con el paradero de la exguardiana.
Wiesenthal notificó al gobierno de los Estados Unidos sobre la situación de Hermine Braunsteiner e intentó deportarla a Europa. Pero como ella era ciudadana estadounidense, el trámite se complicó. La historia llegó hasta oídos del diario The New York Times, que publica un reportaje: “Exguardia de campo nazi ahora es una ama de casa en Queens” en 1964.
En ese mismo texto, la excolaboradora de los nazis dice:
“Después de 15 o 16 años, ¿por qué molestan a la gente? Fui castigada lo suficiente. Estuve en la cárcel durante tres años. Tres años, ¿te podes imaginar? ¿Y ahora quieren algo de nuevo de mí?”.
El logro de la deportación
Tras muchos años de numerosos esfuerzos, Simon Wiesenthal finamente logró la extradición de Braunsteiner el 7 de agosto de 1973. De esa forma se convirtió en la primera criminal nazi conducida de Estados Unidos a Alemania.
Del 26 de noviembre de 1975 hasta el 30 de junio de 1981, Hermine acudió a prestar declaraciones, alegar pruebas y más ante la Corte alemana, que indagaba su pasado en los campos de concentración de Ravensbrück y Majdanek.

Su sentencia se selló el 30 de junio de 1981 cuando la Corte la sentenció a dos cadenas perpetuas consecutivas. Fue trasladada a la prisión femenina de Mülheimer. Debido a complicaciones con la diabetes que sufría, le amputaron una pierna y terminaron por liberarla en abril de 1996.
El resto de sus días los pasó junto a su marido en una residencia de Bochum-Linden. Se desconoce la fecha oficial de la muerte de la sádica “Yegua de Majdanek”.
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