Recorre la historia de la ouija y conoce cómo nació este juego que tiene la capacidad de entablar contacto con lo desconocido y misterioso.
La historia de la ouija es tan misteriosa como la sola presencia de este tablero capaz de ofrecer las respuestas a todo tipo de interrogantes. Fue en 1891 cuando los primeros anuncios sobre la ouija aparecieron en ciudades de Estados Unidos como Nueva York y Pittsburgh. Se ofrecía su venta al público como un tablero que tenía la capacidad de responder preguntas acerca del presente, el pasado y el futuro con increíble exactitud.
Desde el principio, la ouija se fabricó como la conocemos en la actualidad. Es decir, un tablero hecho de cartón o madera con las letras del alfabeto impresas en su superficie, los números del 0 al 9, y las palabras Sí y No en las esquinas.
Además de ello, el juego se completa con una especie de plancheta con una ventana en medio que sirve para que los jugadores se desplacen sobre el tablero, o mejor dicho, para que el tablero mueva la plancheta después de que los jugadores hagan sus preguntas.

Los orígenes e historia de la ouija
El experto en la historia de la ouija Robert Murch planeta que el tablero podría tener su origen en el siglo XIX, cuando en los Estados Unidos y otras partes del mundo se disparó un notable interés por el espiritismo y la necesidad de comunicarse con el más allá.
Personas de todos los niveles socioeconómicos practicaban espiritismo, ya sea como una actividad recreativa o como una forma de contactar a sus seres queridos fallecidos en la guerra, en accidentes o por causas naturales.
La misma Mary Todd Lincoln, esposa del expresidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln, realizó sesiones de espiritismo en la Casa Blanca después de la muerte de su hijo de 11 años en 1862.
Comienza el negocio del tablero parlante

Charles Kennard, de Baltimore (Maryland) se dio cuenta que esta fiebre espiritista le abría la posibilidad de un negocio exitoso. Junto a otros inversores, creó la Kennard Novelty Company con el objetivo de fabricar y comercializar tableros parlantes para quienes quisieran ponerse en contacto con seres de otras dimensiones. Juntos comenzaron a escribir la historia de la ouija tal como la conocemos en el presente.
Se basaron en un rudimentario tablero que se usaba en los campamentos de espiritistas en Ohio, que funcionaba bajo el mismo principio de este nuevo producto. Pero faltaba algo: el nombre con el que se iba a comercializar.
Según el experto Robert Murch, el nombre lo eligió el mismo tablero. Los inversionistas estaban sentados alrededor del tablero. La cuñada de uno de ellos, una espiritista reconocida, preguntó al tablero cómo debían llamarlo. El objeto respondió “Ouija”. Cuando preguntaron qué significaba, dijo: “Buena suerte”.
El espiritismo se convierte en un juego familiar

El 10 de febrero de 1891, el nuevo juego se patentó ante la sorpresa del jefe de patentes, que vio cómo la plancheta deletreaba su nombre al desplazarse por el tablero. Kennard Novelty Company abrió fábricas en otras ciudades de los Estados Unidos y en Londres, donde la ouija ganó una popularidad enorme, además de la frustración de los médiums que veían su carrera desplomarse.
El tablero se internó en las casas de las familias estadounidenses, atraídas por un juego que tenía algo de divertido pero también de místico y hasta peligroso. Comunicarse con algo que ofrecía respuestas de todo tipo, era un riesgo que los participantes estaban dispuestos a asumir con tal de pasar algunos minutos u horas de entretenimiento.
Muertes y otras tragedias supuestamente reales causadas por la ouija
Con el correr de las décadas, la ouija comenzó a formar parte de historias misteriosas supuestamente provocadas por el uso de este tablero en situaciones cotidianas. Muertes, asesinatos, mensajes del más allá… todo se combinó para que este objeto sea visto hasta nuestros días como algo prohibido, peligroso y maligno si se usa de la manera indebida.
El caso de Jennifer Lynn Springman
En 1972, Jennifer Lynn Springman, de 14 años y residente de Illinois, Chicago, se reunió con un grupo de amigas para jugar con el tablero ouija. Cuando le tocó su turno para hacer una pregunta, Jennifer no dudó en decir: “Cuándo voy a morir”.
El tablero le ofreció tres respuestas:
“18”, “asesinada”, “estrangulada”.
Asustadas, las chicas abandonaron el tablero. Jennifer contó lo ocurrido a su familia y le prohibieron volver a participar en esa clase de juegos.
Los años pasaron. Poco antes de cumplir los 18, Jennifer desapareció. El 3 de octubre de 1976, dos días después del reporte de su desaparición, encontraron su cuerpo metido en una bolsa de basura con señales de haber sido estrangulada. Nunca se encontró al culpable.
El caso Vallecas (Madrid España)

Es una de las historias más extrañas relacionadas a la ouija, ya que en su momento la policía no fue capaz de encontrar una respuesta convincente a lo ocurrido. En 1991, la joven madrileña Estefanía Gutiérrez Lázaro participó en una sesión de ouija al lado de otras amigas para contactar al novio de una de ellas.
Después de ello, la vida de Estefanía cambió por completo: en su casa comenzaron a ocurrir una serie de sucesos desconcertantes. Ella misma afirmaba tener visiones durante las noches de unas figuras que le indicaban que fuera con ellas.
Estefanía sufrió un ataque epiléptico que la sumió en un coma del que ya no despertó. Murió en el Hospital Gregorio Marañón. En 1992, la familia erigió en la casa un altar en su memoria. Todos empezaron a experimentar sucesos extraños. El más desconcertante fue la combustión espontánea de una fotografía de la fallecida.
La policía acudió al domicilio y fue testigo de hechos sin explicación: muebles que se abrían solos, estruendos sin justificación, un Cristo separado de su cruz y una mancha marrón en una mesa. Este caso inspiró una cinta de terror española llamada Verónica.
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