Hoy este mecanismo alcanza velocidades de casi 60 km/h, como el del edificio Taipei 101
Hace dos siglos, el 3 de agosto de 1811, nacería en Halifax, E.U., Elisha Geaves Otis, inventor y pionero en la construcción de ascensores mecánicos. Dotó de seguridad a estos primitivos mecanismos, al evitar la caída en caso de rotura del cable de sujeción. Esto fue un factor que favorecería el inicio de la era de los rascacielos.
Aprendió mecánica en una empresa constructora de vagones y carruajes, allá por 1838; después inventaría varios aparatos que permitían a los arados mecánicos trabajar de manera más segura. En cuanto al elevador, en 1852, cuando trabajaba en una empresa donde se construían piezas para cama y éstas eran subidas con polipastos (máquinas que movían cargas mediante poleas), ideó un mecanismo que daba seguridad a las piezas para no caer: en las paredes del arco del elevador discurría una barra vertical dentada y en la parte superior de la cabina estaba un muelle de banda que, en caso de rotura de la cuerda, saltaba y clavaba sus extremos en la rueda dentada, deteniendo su caída.
El primer elevador destinado al público, inaugurado el 23 de marzo de 1857, fue montado en un pequeño edificio de cinco pisos en Nueva York, en la tienda de objetos de porcelana E.V. Haughwout &Co, situada en Broadway. Era impulsado por una pequeña máquina de vapor y transportaba hasta seis personas a una velocidad de diez metros por minuto.
En la actualidad, 154 años después de esa inauguración, el elevador del edificio Taipei 101, uno de los más altos del mundo, es capaz de subir a 30 personas del quinto piso al 89 en sólo 37 segundos, a una velocidad de casi 60 km/h, es decir 1,010 metros por minuto, para lo cual tiene un sistema triple de frenado. Es hasta el momento el ascensor más rápido del mundo.

