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A las 7:17 de la mañana del 30 de junio de 1908, una bola de fuego cruzó el cielo de Siberia central. Enseguida, una explosión cimbró el suelo siberiano con una fuerza nunca antes percibida. Este evento es conocido como el impacto de Tunguska, uno de los acontecimientos más famosos relacionados con meteoritos.
El fuego que arrasó la tundra siberiana dejó arrancó unos 80 millones de árboles en un área de 2 mil 100 kilómetros cuadrados de bosque. Las ondas expansivas generadas se captaron por barómetros en toda Europa y golpearon a personas que se encontraban a más de 65 kilómetros de distancia.
Los siguientes años, el incidente fue visto casi con temor religioso por parte del gobierno zarista ruso. Fue hasta 1927 que las primeras investigaciones llegaron hasta aquella región para descubrir lo ocurrido la mañana de junio de 1908.
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Leonid Kulik, mineralogista soviético, fue el encargado de dirigir la primera expedición a Siberia. Apenas llegó, el científico se dio cuenta de que lo más probable es que se tratara de un meteorito. Pero no de cualquiera, sino de un bólido.
Los meteoritos tipo bólido son aquellos que presentan un enorme brillo y se ven como si fueran enormes bolas de fuego.
Pese a los esfuerzos, Kulik y su equipo nunca lograron encontrar ni el objeto que causó aquella destrucción ni un cráter que quedara como evidencia.
Leonid Kulik entrevistó a testigos del impacto. El siguiente quizás se trate del más detallado y amplio de cuantos se recogieron.
“A la hora del desayuno estaba sentado junto a la casa de postas en Vanavara (…) de repente, vi que directamente hacia el norte, sobre la carretera Tunguska de Onkoul, el cielo se partió en dos y apareció un fuego a lo alto y ancho sobre el bosque. La división en el cielo se hizo más grande y todo el lado norte estaba cubierto de fuego.
En ese momento me puse tan caliente que no pude soportarlo, como si mi camisa estuviera en llamas; del lado norte, donde estaba el fuego, llegó un fuerte calor. Quería arrancarme la camisa y tirarla abajo, pero luego el cielo se cerró y sonó un fuerte golpe y me arrojaron unos metros.
Perdí el sentido por un momento, pero luego mi esposa salió corriendo y me llevó a casa (…) Cuando el cielo se abrió, el viento caliente corrió entre las casas, como de los cañones, que dejaron rastros en el suelo como caminos, y dañaron algunos cultivos. Más tarde vimos que muchas ventanas estaban rotas y en el granero, una parte de la cerradura de hierro se rompió”.
S. Semenov
Para explicar el impacto de Tunguska se han aventurado toda clase de teorías, algunas francamente anticientíficas.
Primero se dijo que la causa había sido un cometa. Los cometas están compuestos en su mayor parte de agua congelada, lo cual explicaría que no hubiera rastros de objeto alguno. Sin embargo, Kulik seguía pensando en que el meteorito era la explicación más plausible.
En 1965 se dijo que el impacto de Tunguska pudo haberse originado por un meteorito de antimateria. Años después, en 1973, se afirmó que lo que chocó contra la Tierra en Siberia fue un agujero negro (algo francamente imposible). Incluso no faltaron las teorías ufológicas que afirmaban que una nave extraterrestre se había estrellado en Siberia.
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Hasta la década de 1990, un grupo de científicos confirmó la teoría de Leonid Kulik. Solo quedaba una incógnita: ¿por qué no se encontraron restos del meteorito?
Un grupo de expertos dijo en su momento que el objeto implosionó debido a un rayo que generó el mismo meteorito. Este fenómeno ocurre cuando un objeto entra a gran velocidad en la atmósfera terrestre y alcanza temperaturas tan altas que provoca una enorme liberación de electrones.
Al perder estos electrones, el meteorito se carga positivamente, causa una diferencia de potencia y genera una descarga eléctrica. Ese pudo ser el motivo por el cual no se encontró nada: el meteorito se consumió tras una explosión que él mismo generó.
La duda sigue en el aire. No se sabe a ciencia cierta qué causó el impacto de Tunguska. Lo único cierto es que la explosión se produjo en el cielo y liberó una energía de treinta megatones (equivalente a 300 bombas atómicas, el doble que la liberada por las bombas arrojadas sobre Hirsohima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial).
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Con motivo del impacto de Tunguska, cada año se celebra el Día Internacional de los Asteroides. Esta celebración fue aprobada el 6 de diciembre de 2016 por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El Día Internacional permitirá sensibilizar al público sobre los riesgos del impacto de asteroides e informar sobre las medidas de comunicación en caso de crisis que se adoptarían en todo el mundo si hubiera una amenaza verosímil de impacto de un objeto cercano a la Tierra, dice la página oficial de la ONU.
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