Katsushika Hokusai, el gran maestro japonés de la escuela. Procedente de China, el sistema de impresión con planchas de madera talladas con buril, mejor conocido como xilografía, llegó a Japón hacia el siglo VIII. Por Luis Felipe Brice
En un principio se utilizó fundamentalmente para imprimir textos religiosos y, tiempo después, a mediados del siglo XVI, comenzó a usarse como técnica para el grabado artístico con el nombre de ukiyo-e.
El auge del grabado artístico oriental
Como tal cobró auge y popularidad entre los siglos XVII y XIX, correspondientes al periodo Edo (actual Tokio), destacando Katsushika Hokusai como uno de sus principales exponentes.
Este artista nipón es célebre por las estampas de paisajes que conforman la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji, realizadas a principios de la década de 1830 y entre las cuales sobresale
La gran ola de Kanagawa, una de las obras más famosas y representativas del arte japonés. En la escena se observa cómo, bajo un cielo nublado, el poderoso oleaje amenaza con hacer naufragar tres balsas, con la icónica montaña sagrada al fondo.
Los antecedentes de este grabado son dos estampas del propio Hokusai, una creada en 1803 y otra en 1805. En ninguna de ellas aparece el monte Fuji, pero sí están las embarcaciones en peligro de zozobrar por efecto de la gran ola.
Una nueva versión (en la cual reaparece la montaña símbolo nacional, pero desaparecen las balsas) forma parte de la serie Cien vistas del monte Fuji, realizada por el mismo autor en 1834.

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Detrás de La gran ola de Kanagawa
Aparte del simbolismo del monte Fuji, en La gran ola… se advierte la influencia del taoísmo en el artista al representar los conceptos yin y yang a través del enlace y contraste simétricos que conforman el intenso oleaje y el tenue fondo.
También es notable la idea budista de la transitoriedad de lo humano, simbolizada en las frágiles embarcaciones ante la ola; así como del sintoísmo, manifiesto en la fuerza sobrenatural del mar.
Además se observa la presencia del folclor oriental en el oleaje, cuyas crestas semejan garras y que encarna a un monstruo o a un espíritu maligno embistiendo contra el hombre.
Uno de los aspectos más llamativos de este popular grabado es el uso del entonces novedoso color azul de Prusia, importado de Gran Bretaña a través de China, cuando Japón aún permanecía aislado del mundo occidental.
Fue hasta mediados del siglo XIX, cuando el País del Sol Naciente se abrió al intercambio con Occidente, que empezaron a llegar a Europa piezas del arte nipón (japonismo), entre ellas reproducciones de La gran ola de Kanagawa.
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Estas copias pronto se convirtieron en valiosos objetos coleccionables y fuente de inspiración de importantes artistas europeos. Entre ellos figuran los pintores:
- Walter Crane (Los caballos de Neptuno, 1893)
- Georges Lacombe (Ola violeta, 1897)
- La escultora Camille Claudel (La ola o Las bañistas, 1903)
La obra más conocida de Hokusai ha inspirado también a ilustradores de cuentos, dibujantes de cómics, caricaturistas, fotógrafos, artistas callejeros y creadores de animación. Asimismo ha sido referencia visual de diseñadores de ropa, objetos decorativos, logotipos, sellos postales, carteles y emojis, así como de los gráficos animados (doodles) que suelen acompañar el logo del buscador de internet Google.
Revista Muy Interesante Abril 2019, No.4