Johanna Bonger entendió que las obras de Vincent van Gogh no recibieron el reconocimiento que merecían en vida. Esto fue lo que hizo para darle fama mundial póstuma.
Durante largos años, Vincent van Gogh luchó por conseguir dinero suficiente para comprar óleos. Escasamente contratado por mecenas pudientes, se valía de la ayuda de sus conocidos más cercanos —y sobre todo, de su hermano, Theo. Como representante de una galería en París, consiguió que su hermano mayor recibiera un ingreso constante.
Sin embargo, eso no fue suficiente para llevar las piezas de Vincent van Gogh a las grandes salas museísticas de Europa. Ni siquiera en Ámsterdam, capital de los Países Bajos, de donde ambos venían originalmente. Por el contrario, el reconocimiento internacional que el maestro impresionista recibe en la actualidad llegó de manera póstuma, con la ayuda de una mujer que nunca conoció en vida. Su nombre fue Johanna Bonger.
El peso de un hermano mal administrado

Ni todos los astros de la Noche estrellada (1889) brillaron con el fulgor suficiente para llevar al Vincent van Gogh a tener solvencia económica. Viviendo casi como un ermitaño —primero en un pueblito holandés; luego, en la provincia francesa—, sus cambios de humor y falta de habilidades sociales no cayeron en la gracia de sus vecinos, rivales artísticos y compradores potenciales.
Sólo con el apoyo de su hermano menor, Theo van Gogh, consiguió el auspicio de la firma parisina de merchantes de arte Goupil. Desde 1882, según documenta el Van Gogh Museum de Ámsterdam, el artista empezó a recibir “entre 100 y 150 francos al mes“. En contraste, aclara la institución, un obrero podría ganar sólo el 30 % de esa cantidad en el mismo espacio de tiempo.
Sin embargo, es sabido que el pintor nunca fue un buen administrador. Por el contrario, su hermano cargó con el peso de sus deudas —a pesar de tener su propia familia. “Theo idolatraba absolutamente a su hermano mayor”, escribe la historiadora Ledys Chemin para Daily Art Magazine, “tal vez en parte porque sus temperamentos parecían haber sido bastante diferentes“.
Con el peso de un hermano mal administrado, Theo van Gogh intentó por años que el talento de Vincent reluciera más que sus deudas o su mal humor. Nunca tuvo éxito. Por el contrario, Johanna Bonger, que en ese momento era su esposa, sí lo consiguió.
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Tachones, dibujos y ríos de tinta

Vincent van Gogh le escribía constantemente a su hermano. Además de estar unidos por un poderoso lazo sanguíneo, se respetaban mutuamente como confidentes y amigos. A diferencia de lo que podría parecer, el artista no buscaba a su hermano menor sólo por dinero: en sus momentos de más calma le describía el movimiento de los árboles con la caricia del viento, el brillo dorado del trigo en los campos, las noches de paz.
Había ocasiones, incluso, en las que Vincent hacía bocetos de sus próximos cuadros y se los mandaba a su hermano para que los valorara. Entre tachones, dibujos y ríos de tinta, Johanna Bonger entendió la relación profunda que llevaban ambos. Aunque ella misma nunca tuvo una relación con él, entendía que sus obras no estaban teniendo el reconocimiento que se merecían.
“De sus diarios, aprendemos que Jo también era una idealista, que no tenía miedo de trabajar por lo que quería”, explica Chemin.
El matrimonio con Theo van Gogh fue efímero, pero lleno de cariño sincero. Tuvieron un hijo, que nombraron Vincent Willem, en honor al hermano-artista. Para 1890, sin embargo, su relación recibiría un golpe del que no podría recuperarse: Vincent se había quitado la vida —y su esposo estaba devastado por la pérdida.
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El dolor de la pérdida

El dolor de la pena se llevó también el último suspiro de Theo van Gogh. Johanna Bonger se quedó sola, con un hijo pequeño Uno de sus objetivos fue lanzar al estrellato a Vincent van Gogh, a pesar de que su propio marido no lo había logrado. Como había tenido éxito en sus estudios, por largos años Johanna Bonger se dedicó a reunir las cartas que Theo y su cuñado se habían escrito.
Tras la muerte de su marido, Johanna abrió una escuela para niños en los Países Bajos. De esta manera, se logró mantener a sí misma y a su hijo durante años. Sin embargo, tenía la convicción de que quería hacer algo con el legado que su esposo y su cuñado habían dejado atrás.
Sin conocerlo en persona, descifró la iconografía de Vincent van Gogh a partir de las miles de cartas que intercambió con su hermano menor:
“Las cartas de Vincent estaban llenas de vida y llenas de detalles. Escribió sobre los colores intensos que lo rodeaban por todas partes y que buscaba recrear en sus pinturas. Escribió sobre técnicas con las que experimentó, sobre sus inspiraciones y sobre lo que intentaba decir con cada obra de arte que comenzaba”, detalla Chemin.
Fue así como Johanna Bonger se volvió la primer especialista en la obra de Vincent van Gogh. Consiguió una intimidad única con sus cuadros, porque tenía sus testimonios y procesos creativos escritos a mano. Una vez que recopiló y ordenó las cartas, se sintió con la confianza suficiente para retomar el trabajo que su esposo difunto nunca logró: darle el reconocimiento que se merecían a las pinturas de su hermano.
Contracorriente

Johanna Bongers trabajó contracorriente. En ese entonces, los artistas impresionistas estaban relegados al ámbito amateur, en los ojos de las instituciones artísticas y de los críticos más reconocidos. Por ello, la obra de Vincent van Gogh no fue bien recibida por sus contemporáneos, quienes aseguraban que ‘no sabía pintar’, o que tenía ‘un problema en los ojos‘ que le impedía representar fielmente los objetos en la naturaleza.
Sin embargo, Bongers contactó al crítico de arte Jan Veth, un amigo suyo de muchos años, para encontrar la manera de dar a conocer las pinturas de Van Gogh. Así como otros colegas suyos, su reacción inicial fue de duda (si no es que de rechazo) a la propuesta artística. Sin embargo, Johanna persistió en sus intentos mostrándole las cartas que sustentaban el color, las formas y el movimiento de cada óleo, de cada cuadro.
Gracias a esta persistencia, Veth accedió a mostrárselos a otros de sus compañeros influyentes en el medio. 15 años más tarde, se estaría organizando una muestra en Stedelijk Museum, el recinto de arte moderno más prestigioso de Ámsterdam. En ella, se dieron a conocer más de 430 obras, todas de la autoría de Vincent van Gogh.
Y la gente vino.
Y hacían fila para entrar a ver las pinturas.
Y fue un éxito.
Y ése sólo fue el comienzo.
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