Kenneth Arnold ha pasado a la historia por su encuentro con objetos voladores no identificados en la década de 1940.
La vida del piloto y empresario Kenneth Arnold cambió para siempre cuando el 24 de junio de 1947 volaba a bordo de su avioneta cerca del monte Rainier, en Washington. Su objetivo era encontrar un avión de transporte C-46 del Cuerpo de Marines que había caído en la zona recientemente. Lo que lo movía en realidad era la recompensa de 5.000 dólares que se ofrecía para la persona que encontrara los restos.
De pronto, a lo lejos avistó algo inusual en el aire: un grupo de nueve objetos que se desplazaba a gran velocidad. Arnold sintió sorpresa y temor al percatarse de su forma de media luna. Jamás había visto algo así en sus años como piloto.
Y nació el término platillo volador…

Al momento de contar su historia a la prensa dijo que se movían “como platillos saltando sobre el agua”. En el informe periodístico que siguió, se afirmó erróneamente que los objetos tenían forma de platillo. De ahí nació el término “platillo volador” con el que se identifica a los ovnis u objetos voladores no identificados.
Antes de trascurrido un mes, las noticias sobres observaciones de objetos semejantes proliferaron por los cinco continentes. Se había desatado el fenómeno ovni en nuestro planeta.
“En aquella época todavía se pensaba que Marte o quizás Venus podrían tener una superficie habitable”, explicó Robert Sheaffer, autor de libros relacionados con los ovnis, al blog Life’s Little Mysteries. “La gente pensaba que estos ovnis eran marcianos que habían venido a vigilarnos ahora que teníamos armas nucleares”.
Kenneth Arnold no fue el primero, pero sí el más mediático
Debido a lo anterior, Kenneth Arnold es el primer hombre en la historia en ser testigo de un avistamiento moderno de un objeto volador no identificado, tal y como lo entienden los ufólogos. Antes de él hubo otros sucesos similares, sin embargo, no tuvieron la misma repercusión mediática ni histórica.
La historia de Arnold fue divulgada por la Associated Press y otras agencias de noticias. En realidad, el deseo del piloto era contar su experiencia al FBI para advertir sobre la presencia de aviones desconocidos. Pero al no tener acceso a nadie de este organismo, acabó contando su relato al periódico local.
Según el testimonio de Arnold, los objetos parecían volar en un solo plano horizontal, pero también se movían de un lado a otro y, en ocasiones, giraban y se desviaban como “la cola de una cometa china”.
Otras versiones dicen que tras su experiencia, Arnold contó su relato a amigos y conocidos y que uno de éstos fue el responsable de acudir con la prensa.
El hombre que inventó el término platillos voladores
El periodista Bill Bequette, de la United Press, utilizó el término “platillo volador” después de recoger el testimonio de Arnold: “Volaban de una manera caprichosa, como cuando usted lanza un platillo sobre el agua, que va rebotando sobre ella…”.
Pero muchos años antes, el 24 de enero 1878, un agricultor llamado John Martin, reportó el avistamiento de algo raro en el cielo de Deniso, Texas. Este hombre afirmó haber visto un objeto a gran altura que se movía a una velocidad “maravillosa” (sic), y que la única manera de describirlo era como “un gran platillo flotando en el aire”.
Su relato se publicó en el Denison Daily News sin levantar grandes reacciones. Por ello, es que es difícil que Kenneth Arnold conociera el término platillo volador. Es más, es seguro que ni el mismo Bill Bequette lo conociera, por lo tanto se trata de una extraña coincidencia.
Las palabras del propio Arnold 30 años después de su experiencia
La experiencia de Arnold se cuenta entre los grandes momentos de la ufología a nivel internacional. El propio piloto contó lo sucedido en el International UFO Congress de Chicago durante los días 24 al 26 de junio de 1977. Se conmemoraban treinta años del suceso y su presencia fue muy celebrada.
“Aquellos objetos eran de un tamaño considerable, y conté hasta nueve. Los brillantes destellos que surgían de su superficie, y que yo al principio supuse que eran reflejos del sol, eran pulsantes, y al propio tiempo los aparatos se balanceaban; parecían volar tan fácilmente de lado como en posición plana…”
“Los objetos parecieron ascender un poco mientras seguían el rumbo de 170 grados, y comprendí que estaba a nivel con ellos porque ambos estábamos en el horizonte. Mi altímetro señalaba algo más de 9.200 pies (2.800 metros), lo cual quiere decir que ellos volaban a esta altitud, poco más o menos. Calculé que su diámetro era de unos 30 metros y, por supuesto, me sorprendió mucho que no tuvieran cola, pero pude ver muy bien su imagen sobre la nieve”.
“Entonces, cuando terminaron de sobrevolar Goat Ridger, el segundo a partir del final pareció volver su parte superior hacia mí. Creo que esta es la expresión más adecuada, y entonces pude ver que el objeto no era redondo”.
“A juzgar por las maniobras que efectuaban, pensé que si hubiese seres humanos en ellos, hubieran quedado hechos picadillos al primer viraje, porque aquellos aparatos volaban muy deprisa y de una manera muy caprichosa; por el modo como cambiaban de dirección casi instantáneamente, la fuerza centrífuga debía ser terrorífica”.
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