Naturista, médica y mujer abortista, Hildegard von Bingen fue una monja en Alemania que se convirtió en santa en la época medieval.
Hildegard von Bingen no sólo se dedicó a la oración. Sus contemporáneos decían que tenía un canal abierto para hablar con Dios, en la intimidad de su recogimiento en devoción. Como monja, pasaba largas horas en silencio todos los días, durante las que estudiaba las escrituras sagradas. Por debajo del agua, sin embargo, llevaba sus propias líneas de investigación sobre medicina, anatomía y alquimia.
Aunque se formó como monja en Alemania, alrededor del siglo X, aprovechó los recursos de su abadía en el Sacro Imperio Romano Germánico para estudiar lingüística, poesía y desarrollar sus propuestas teóricas con respecto a la mística cristiana. Con base en la información que recopiló en la biblioteca de su monasterio, también investigó métodos anticonceptivos para ayudar a sus compañeras de claustro. Ésta es su historia.
Conocer la anatomía femenina

Como lidereza de su congregación, Hildegard von Bingen se ganó fama entre sus colegas y compañeras de claustro como una de las eruditas más versadas en los asuntos de Dios. Se ganó el respeto de otras monjas y sacerdotes de alto nivel por la capacidad que tenía para administrar los recursos de la abadía, a la par que escribía tratados completos sobre mística.
Como sucedía en la época, las abadías medievales servían como ‘proto-hospitales’, escribe la historiadora Olivia Campbell para JStor. Por esta razón, Hildegard von Bingen impulsó los pasillos de su monasterio para analizar el cuerpo humano, sus funciones y afecciones orgánicas. Especialmente, en el caso de las otras monjas que ahí vivían.
En conjunto con otras monjas —versadas en herbolaria, anatomía y medicina—, aprovechó los conocimientos de enfermería que adquirió cuando era todavía muy joven para entender la anatomía femenina. Su primera publicación fue Physica and Causae et Curae (1150), en la que explicó el uso de más de 170 plantas medicinales. Entre ellas, también, detalló el uso de herbolaria abortiva.
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Métodos anticonceptivos medievales

Asarum, eléboro blanco, matricaria, tanaceto, oleaster, farn. Todas estas plantas estaban en el acervo de Hildegard von Bingen para estimular la menstruación. Ésta era la manera en la que, durante sus años de práctica médica, se hacía alusión a los abortos. Así describió el proceso en sus textos anatómicos:
“Una mujer embarazada lo comerá, ya sea porque languidece o porque aborta a un bebé que es un peligro para su cuerpo, o si no ha tenido un período menstrual durante un período de tiempo que le duele”.
En aquel entonces, el aborto no estaba penado por la ley. De hecho, ni siquiera figuraba en la discusión política de los países en Europa. Por el contrario, se entendía como una manifestación de males inducidos por demonios, o castigos divinos. Para aliviarlos, diversos alquimistas y médicos en los monasterios desarrollaron técnicas especiales.
Por ello, los estudios de Hildegard von Bingen con respecto al aborto se permitieron y promovieron al interior de su abadía. No sólo eso: eran bien conocidos en su pueblo, y diversas mujeres acudían a los claustros para curarse. Por esta razón, los tratados de esta monja alemana fueron consultados ampliamente para solventar las necesidades de mujeres con diversos malestares sexuales, sin cuestionamientos morales adoctrinantes.
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Hildegard von Bingen: de las abadías a los altares

Hildegard von Bingen fue reconocida entre los más altos mandatarios eclesiásticos del Sacro Imperio Romano Germánico durante la Edad Media. Era sabido que tenía el don de clarividencia, y que podía curar males del cuerpo y del espíritu. La evidencia histórica sólo muestra que era una científica cercana a su rama de estudio, y que escribió tomos completos cuestionando la teología católica.
A pesar de que los métodos violentos para abortar eran castigados por la Iglesia, las prácticas médicas y de educación sexual que promovió Von Bingen se difundieron como conocimiento científico. Con mediciones y procedimientos precisos, se siguieron al pie de la letra por años. Tal fue su fama terrenal que mandó construir una abadía para sí misma, en la que pasó la última temporada de su vida.
Por su vasto conocimiento en los asuntos divinos —y la suposición de que tenía comunicación directa con Dios—, Hildegard von Bingen alcanzó los altares poco tiempo después de su fallecimiento. Aunque se dedicó por décadas a ayudar a miles de mujeres a abortar —y a recuperarse del proceso—, la Iglesia católica no cuestionó su santidad. En la actualidad, una iglesia en su honor se erige en su pueblo de origen.
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