Las placas doradas de Berlín anuncian el lugar, fecha, nombre y apellido de las víctimas registradas del Holocausto durante el Tercer Reich.
No soy judía. Al nacer en el seno de una familia católica, no cargo con el peso étnico ni histórico del Holocausto sobre las espaldas. Sin embargo, cuando visité por primera vez Berlín, la capital de Alemania, sentí náuseas: en una de las calles, cuidadosamente clavada al suelo, venía el nombre de mi familia en una placa dorada. Junto a éste, el de otras personas judías que perdieron la vida en manos de la administración Nazi.
Stolpersteine, o la placas doradas de Berlín

Stolperstein es una palabra en alemán que se traduce, literalmente, como “la piedra con la que te tropiezas al caminar“. Al término de la Segunda Guerra Mundial, después de responsabilizarse por la matanza de millones de personas judías, el Estado Alemán dedicó parte de su presupuesto de daños a colocar placas de latón en Berlín. En ellas, venía el nombre de la familia víctima, fecha de arresto y día de asesinato.
En algunos casos, se grabó el nombre completo de cada uno de los integrantes. A falta de registros exactos de cada integrante, en otras ocasiones se optó sencillamente por escribir el apellido. Las placas de Berlín comparten una misma característica: son cubos dorados de latón, con un volumen de 10x10x10 centímetros.

Desde el fin del conflicto armado, el sentimiento de deuda histórica recubrió a la antigua capital Nazi. No fue hasta 1990, sin embargo, tras la caída del Muro de Berlín, que el Estado tomó la encomienda de realizar estos homenajes con nombre y apellido. La información se consiguió de archivos nacionalsocialistas pasados, en los que se registró la localización exacta de cada familia que habría de ser deportada.
Se han colocado en las aceras, monumentos y cicatrices de las calles para honrar a las víctimas del Holocausto. La mayor parte de los apellidos son de origen judío. La idea es hacer que las personas volteen a verlas, por lo que se optó por el latón para hacer un contraste con el gris del cemento. De esta manera, en acción y en mente, los transeúntes se tropiezan con las Stolpersteine al caminar por Berlín.
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17 mil stolpersteine en 400 ciudades

Perseguidos, deportados y asesinados fueron tomados en cuenta. También aquellos que decidieron quitarse la vida por mano propia figuran entre los nombres de las placas de Berlín. A 76 años de distancia, otros países se sumaron a la iniciativa de grabar monumentos de latón pequeños para insertarlos en las calles de sus ciudades.
Además de este esfuerzo, los alemanes construyeron el primer museo de memoria y tolerancia para enmendar los errores del Holocausto. Hoy en día sigue en la capital, con otros memoriales instalados simbólicamente al interior. Como la matanza se realizó de manera masiva y semi-industrial, la mayor parte de las identidades se perdieron.

Específicamente, aquellos que participaron en la deportación y transporte de personas judías o disidentes al régimen nazi. Entre estos, están Francia, Polonia e Italia. La ciudad de Berlín, específicamente, se comprometió a dar mantenimiento a estos memoriales, dispersos por todas las calles de la ciudad.
En algunos casos, ni siquiera es necesario: la descendencia que logró sobrevivir al Holocausto va directamente a limpiar las placas en Berlín. No es la única ciudad en donde se llevó a cabo. Por el contrario, entre 400 ciudades alemanas, hay cerca de 17 mil Stolpersteine. Es común encontrar flores enmarcándolas, o ver a personas inclinadas sobre los memoriales, musitando una oración.
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