Esta es la historia de Santa Walburga, la misionera inglesa que se convirtió en la protectora de brujas y plagas para los alemanes convertidos.
La historia de Walburga de Heidenheim, una misionera inglesa enviada a un pequeño poblado de la actual Alemania para convertir a sus habitantes al cristianismo, es aún más interesante si se aborda más allá de la perspectiva religiosa. Además de las anécdotas y milagros contenidos en su hagiografía, Santa Walburga esconde un destino truncado, posee un título que muy pocos se imaginarían e inspiró una leyenda fascinante que perdura hasta nuestros tiempos en algunos países de Europa. Esto es todo lo que debes saber sobre la religiosa que se convirtió en un mito.
¿Quién fue Santa Walburga?
Cuando Walburga de Heidenheim nació en el condado de Devonshire en algún punto del año 710, su vida parecía estar encaminada al privilegio. Sin embargo, la hija del rey San Ricardo el Sajón y Wuna de Wessex no pudo disfrutar del todo los beneficios de pertenecer a una familia aristócrata.
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Con solo 11 años de edad, Walburga fue encerrada en un convento inglés para instruirse en el catolicismo mientras su padre y sus dos hermanos –los también santos Willibaldo y Winibaldo– salieron a conquistar Europa. Desafortunadamente, los planes familiares se vieron truncados por su muerte de su padre un año después. Sin el auspicio de su familia, Walburga continuó bajo el cuidado de la compañía religiosa por 25 años más.

Ahí pudo redactar en latín los míticos viajes que sus hermanos habían hecho por Italia y Palestina, convirtiéndose en la primera escritora de la historia de Inglaterra. Una vez instalada en el novicio, Walburga fue encomendada por San Bonifacio para convertir a los habitantes del poblado de Weißenburg-Gunzenhausen al cristianismo.
En su camino a Baviera –hoy Alemania–, el barco de Walburga tuvo que atravesar una terrible tormenta. Según la historia religiosa, la monja se arrodilló en el puente de la nave y, mientras la tripulación luchaba por mantener el barco a flote, comenzó a rezar. Poco después, el mar se calmó. Así fue como comenzó una leyenda.
¿Cuáles fueron los milagros de Santa Walburga?
Durante los siguientes años, Walburga se dedicó a cumplir con su encomienda religiosa sin importar la fama que había ganado por su hazaña en el mar. Antes de su muerte por enfermedad en el año 779, la misionera realizó una serie de actos que justificaron su posterior santificación. Quizá el más conocido fue aquella vez que logró que una joven atosigada por una misteriosa enfermedad que le impedía disfrutar de los alimentos, volviera a comer.
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Casi un siglo después de su fallecimiento, el obispo de Eichstätt aseguró que Walburga se le había aparecido para amenazarlo porque su tumba había sido profanada. El 1 de mayo de 870, los restos de la ahora Santa fueron llevados a la Iglesia de la Santa Cruz. Ahí se vivió el último “milagro” de Walburga, pues décadas después del traslado de sus reliquias, el cuerpo de la religiosa comenzó a emanar un extraño aceite al que le otorgaron todo tipo de propiedades.

Así fue como el “aceite de Walpurgis” comenzó a ser distribuido por toda Europa para combatir plagas, la rabia y la tos ferina. También servía, según la tradición, para atacar a las brujas y disminuir su poder. Es por eso que cada 1 de mayo, el día siguiente a la fiesta pagana de la “Noche de Walpurgis” o noche de brujas, los habitantes de países del norte y centro de Europa llenan sus calles con hogueras y vacían un poco del milagroso aceite de la Santa para alejar a los seres mágicos malvados. A siglos de sus milagros, la famosa misionera y escritora continúa protegiendo a sus fieles.
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