Los sacrificios humanos, así como el canibalismo subsiguiente, fueron una de las constantes culturales y religiosas del mundo maya.
Los sacrificios humanos, así como el canibalismo subsiguiente, fueron una de las constantes culturales y religiosas del mundo maya. Pero no sólo eso, sino que las ejecuciones eran precedidas de terribles torturas que demostraban el carácter sanguinario de sus costumbres.
Los motivos cabe buscarlos en tres aspectos: Por una parte, había que aterrorizar a los pueblos vecinos para lograr someterlos a impuestos y prestaciones sin necesidad de recurrir a la guerra, pero también a los propios campesinos y esclavos para que cumplieran con sus pesadas obligaciones sin protestar. Sin duda, el terror que suponían los descuartizamientos o las torturas más truculentas de los prisioneros de guerra, o de los rebeldes que habían desobedecido a la clase dirigente, era una buena arma psicológica coactiva. En segundo lugar, y recogiendo las importantes aportaciones del antropólogo Marvin Harris, tampoco se puede despreciar el significativo aporte de proteínas que suponía la carne humana, sobre todo en periodos de hambruna, en una sociedad que carecía de grandes animales que la proveyeran de carne.
Por último, también tendrían su origen en la recurrente escasez de alimentos que padecía toda la región, que permitió que se desarrollaran creencias religiosas en las que los dioses sólo proporcionarían alimento suficiente si, a su vez, eran compensados con el fluido vital: la sangre humana. Según este sistema de creencias, a más ofrendas, a más sacrificios y a más sangre, las deidades corresponderían con más agua y, por tanto, con mejores cosechas.

