Desde un edificio de Berlín Occidental, la argentina Laura Gutiérrez admiraba una ciudad partida en dos. Era 1964 y Alemania aún estaba dividida por el Muro de Berlín. La mujer en cuestión no era una turista cualquiera, ni siquiera era la persona que decía su pasaporte: se trataba de Tamara Bunke, una espía del servicio secreto cubano cuyo nombre clave era Tania. Pronto viajaría a Sudamérica a cumplir la misión más importante de su vida. Mientras, divisaba el Berlín Oriental donde había pasado su juventud; incluso alcanzaba a ver el edificio donde vivían sus padres, a quienes nunca volvería a ver.
De Argentina a Berlín
Haydée Tamara Bunke Bider nació en Argentina por accidente. Sus padres, los alemanes Erich Bunke y Nadia Bider, habían dejado su natal Alemania para huir de los nazis. Él porque era miembro del Partido Comunista; ella porque era judía.
En Argentina nacieron sus hijos, Tamara y Olaf, quienes crecieron en una casa donde eran comunes las visitas de intelectuales y activistas de izquierda. Tras la caída de Hitler, la familia volvió a Europa. Tania sufrió al abandonar su amada Argentina, aunque se sintió cautivada con su nueva patria: la República Democrática de Alemania (RDA), la mitad de un país que se dividió en dos tras ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial.
Tamara era muy activa, lo mismo en el estudio que en los deportes, hablaba cuatro idiomas, dominaba el tiro con arco y estudiaba Letras. A estos intereses se unió pronto el del activismo político; ingresó a los 14 años a la Juventud Libre Alemana y después al Partido Socialista Unificado Alemán.
El encuentro con el Che
A los 22 años tuvo un encuentro que cambió su vida. Acababa de triunfar la Revolución en Cuba y el nuevo gobierno, encabezado por Fidel Castro, enviaba emisarios en busca del apoyo de otras naciones con gobiernos socialistas. Fue en su papel de presidente del Banco Nacional de Cuba que Ernesto Guevara, mejor conocido como el “Che”, visitó la RDA.
La efigie del guerrillero argentino ya era un símbolo de lucha y revolución para los jóvenes, y Tamara Bunke no era la excepción. Su excelente español hizo que la eligieran como traductora del “Che”, a quien cautivó. En ese mismo encuentro Tamara conoció a Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba, quien la invitó a pasar una temporada en la isla, donde trabajó como traductora en el Ministerio de Educación y como voluntaria en el campo. El “Che”, que no la había olvidado, propuso reclutarla como espía. Tamara aceptó y eligió su nombre clave: Tania. Atrás quedaba Tamara Bunke y comenzaba una nueva historia.
Tania la guerrillera
Tania recibía instrucción militar en las mañanas y, por las tardes, el agente Ulises Estrada la visitaba en su casa para prepararla en tareas de inteligencia. Ya que las visitas se prolongaban hasta la noche, Ulises, a pesar de estar casado, fingió ser su novio para no levantar sospechas. La relación profesional devino en amistad y luego en amor. Aun contra las reglas, el cubano y la alemana comenzaron un amorío: al ser ambos espías, fue fácil pasar desapercibidos.
Tania aprendió a escribir y descifrar mensajes en clave, a utilizar armas y fabricar explosivos, a instalar y desinstalar equipos de transmisión, radiotelegrafía y a sobrevivir en la selva, donde debía obtener el agua y los alimentos por su cuenta. Tras graduarse fue reubicada en Praga, donde se diseñó la identidad para su próxima misión. Así nació Laura Gutiérrez Bauer, el personaje que interpretaría los próximos años.
La leyenda de Laura
En el mundo del espionaje, una leyenda es la biografía ficticia que el espía usa como fachada. Esa vida debe ser comprobable en caso de que los enemigos sospechen y el espía debe saber cada detalle de memoria. Así nació Laura Gutiérrez Bauer, hija de un alemán y una argentina; etnógrafa y estudiosa del folclor latinoamericano; burguesa y con ideas de derecha. Con el pelo teñido de castaño para ocultar su cabello rubio, unas gafas oscuras y un pasaporte falso, viajó a Bolivia, donde prepararía el terreno para la llegada de los revolucionarios cubanos.
La fachada de Tania como Laura Gutiérrez funcionó a la perfección. A los tres meses de su llegada ya había trabado amistad con la clase política de Bolivia. Un matrimonio arreglado le dio la nacionalidad boliviana, por lo que podía moverse libremente por el país. La idea era mantener a Tania exclusivamente en labores de inteligencia, pero la falta de personal la obligó a recibir a los combatientes y llevarlos al cuartel, en el poblado de Ñancahuazú. El “Che”, con una identidad falsa, llegó a finales de 1966 y el 23 de marzo de 1967 comenzaron las actividades de la guerrilla autonombrada Ejército de Liberación Nacional de Bolivia.
Tras dos años de un trabajo perfecto todo se complicó. El ejército capturó a un par de desertores que describieron a Tania y dijeron la ubicación del campamento revolucionario. El “Che” ordenó abandonar Ñancahuazú e integrar a Tania en la columna guerrillera. El 31 de marzo Tania recibió de manos del “Che” su fusil M-1 y se integró a la columna comandada por el experimentado combatiente cubano Juan Vitalio Acuña, mejor conocido como “Joaquín”.
Final precipitado
El ejército boliviano bombardeaba las zonas donde creía que se escondían los guerrilleros, lo que obligó a las columnas a separarse. El calor y los insectos hicieron mella en la salud del grupo de Joaquín, que debía caminar por horas en la selva para mantenerse a salvo. Para Tania era una molestia extra portar botas militares que le quedaban grandes (sólo había hombres en el batallón, por lo que no pudo conseguir unas de su talla).
El grupo contactó al campesino Honorato Rojas, quien accedió a guiarlos hasta un vado por donde cruzar el Río Grande y unirse al resto de combatientes, pero Rojas estaba coludido con los militares. Cuando cruzaban por el río, 35 efectivos apostados a ambos lados los ametrallaron. Tania cayó fulminada y la corriente la arrastró lejos de la reyerta. Tardaron siete días en encontrar su cadáver. En el poblado montañoso de Vallegrande un grupo de mujeres, encabezadas por una profesora de la región, impidieron que su cuerpo fuera echado a la fosa común y se organizaron para conseguirle un ataúd y bordar la sábana en la que fue envuelta.
Temeroso de convertirla en mártir, el presidente de Bolivia, René Barrientos, prometió enterrar con honores militares a Tania la guerrillera. La ceremonia se celebró el 10 de septiembre aunque el gobierno ocultó el sitio donde estaba el cadáver. Fue hasta 1996 que un grupo de forenses cubanos recuperó sus restos y los de los otros combatientes para llevarlos a Cuba, donde reposan en el mausoleo de Santa Clara. Pero eso no detuvo el crecimiento de la imagen de Tamara Bunke, la única mujer de la guerrilla del “Che”, quien pronto se volvió un símbolo de lucha y resistencia a nivel mundial y sirvió de inspiación a las causas revolucionarias.
Por: Francisco Herrera Coca
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