Una serie de golpes violentos en el rostro revelan la ejecución dolorosa que sobrellevó un antiguo faraón egipcio, según un nuevo estudio.
La controversia rodea a la muerte del faraón egipcio Seqenenre-Taa-II. Se sabe que murió en batalla en el año 1555 a.C., a raíz de las hostilidades con uno de los pueblos más aguerridos de la época: los hiscos. Sin embargo, su ejecución ha causado revuelo entre historiadores y paleontólogos de todo el mundo: su cráneo tiene tres lesiones letales.
Una muerte violenta

En la época inmediata a su muerte, los mitos sobre sus últimos momentos se expandieron por todo Egipto. Mientras algunos estaban seguros de que fue asesinado en combate, otros más sugerían que había sido traicionado en su palacio. No obstante, lo que coincide en ambas versiones es un hecho irrefutable: su ejecución fue violenta e impía.
El cráneo del faraón momificado fue descubierto en 1881 y tiene varias incisiones impactantes en lo que fue su rostro. Una a la altura de la ceja; otra, que le quebró parte de la mandíbula y el área de la base del cráneo. Ahora, a 3 mil 500 años de su muerte, una nueva investigación publicada en Frontiers in Medicine parece tener una respuesta a estos golpes mortíferos.
Los científicos encargados del estudio analizaron topografías computarizadas de los restos del faraón. La investigación se apoyó en imágenes de rayos X tomadas en la década de los 60, en las que se delinearon las posibles causas de muerte del antiguo mandatario egipcio. En cada caso, hay una constante: se trató de una muerte dolorosa.
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3 heridas y varias posibles causas de muerte

Sahar Saleem es la autora principal del estudio. Como radióloga de la Universidad del Cairo, se interesó por analizar los restos orgánicos de Seqenenre-Taa-II, dada la controversia que rodea sus últimos momentos de vida. Junto con Stephanie Pappas, las científicas explicaron a Live Science que las heridas revelan información importante sobre su muerte.
Todas las heridas pueden ser fatales, según los rastros que dejaron sobre el cráneo. Una en la frente, de 7 centímetros; otra puñalada profunda en la base del cráneo, y finalmente una encima de la línea del ojo derecho. Un factor coincide en todas las l lesiones: ninguna fue defensiva, lo que indicaría que estaba en una posición de desventaja al momento de recibirlas.
A partir de estos percances, el equipo de Saleem llegó a una conclusión sorpresiva: el faraón estuvo atado de manos y completamente inmovilizado. La posición aún apretada de los puños y muñecas demuestra un “espasmo cadavérico“, una condición que “afecta las extremidades de personas que fueron sometidas a muertes violentas y cuyos sistemas nerviosos fueron perturbados en el momento de la muerte”, según el estudio.
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