Con base en el testimonio de marineros daneses y noruegos, un fraile medieval describió Marckalada, el primer testimonio de América.
Desde la privacidad de su claustro en Milán, el fraile Galvano Fiamma se dedicó a escribir. Como un cronista clerical, durante el siglo XIV en Italia, dejó manifiesto de una tierra todavía inexplorada, más allá de la barrera densa, peligrosa y enigmática del mar. Alrededor de 1345, el franciscano se refirió a aquel espacio desconocido como Marckalada: un continente en ultramar que, posiblemente, se encontraba en un norte del que todavía no se tenía registro en todo Europa.
Al oeste de Groenlandia

En su crónica de descubrimientos geográficos, de acuerdo con la investigación del literato Paolo Chiesa, el fraile dominico da cuenta sobre una tierra al oeste de Groenlandia. En ese momento de la Edad Media, no se tenía conocimiento de otro territorio en ultramar. Por el contrario, se pensaba que lo único que existía más allá de Europa, a lo más, era China.
La mención se hizo en un texto que Fiamma tituló Cronica universalis. En éste, el cronista milanés hace alusión a este territorio inexplorado como ‘Marckalada’, que se ha traducido como Markland en la actualidad. El fraile menciona que esta tierra extraña ya había sido visitada por los islandeses —que, según entiende Chiesa, son los vikingos—, y arroja luz sobre las narrativas de exploración más allá de las que hizo España un siglo después.
En el texto, Fiamma describe el paisaje, y contrasta su propio conocimiento con los de los exploradores nórdicos. Previo al hallazgo de este manuscrito, no se tenía registro de que en el norte de Europa se conociera de la existencia de América. Aunque en ese momento no se le llamaba así, ésta podría ser la primer evidencia de contacto con el continente por parte de los europeos —150 años de que Colón siquiera tocara las islas americanas.
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Una ‘tierra de gigantes’

La narrativa hegemónica europea hizo énfasis, por siglos, que el primer contacto que tuvo el continente con el ‘Nuevo Mundo’ se suscitó después de las exploraciones de Cristóbal Colón. Sin embargo, el descubrimiento de Chiesa recorre el campo de investigación hacia siglo y medio antes. La mención de Marckalada es “asombrosa”, según escribe el autor en la revista Terrae Incognitae.
Curiosamente, el nombre de la publicación se traduce como ‘tierra desconocida’. Quizás, por esta razón el artículo cobra una dimensión diferente: después de describir Islandia y Groenlandia, según los hallazgos de Chiesa, el fraile dominicano reconoce la existencia de “una tierra donde viven gigantes“. Además, describe “edificios con losas de piedra tan enormes que nadie podría construirlos”.
Así también, de acuerdo con la investigación de la Universidad de Milán, revela que un monje italiano reconoció una gran variedad de “árboles verdes, animales y una gran cantidad de pájaros”. A pesar de que el recuento se hace con certeza, el fraile no hace mención de sus referencias: sólo se limita a describir un espacio que tal vez ni siquiera conocía. Sutilmente, casi de paso, atribuye los testimonios de la existencia de Marckalada a “marineros que frecuentan los mares de Dinamarca y Noruega“.
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