William Hunter y William Smellie se hicieron famosos en el mundo de la medicina por sus precisos dibujos anatómicos del embarazo.
William Hunter y William Smellie revolucionaron el mundo de la medicina. Son considerados como los padres de la obstetricia y la ginecología, en gran medida gracias a sus dibujos anatómicos sobre el embarazo en el siglo XVIII. Estos se convirtieron en referencia absoluta tanto para médicos consumados como para estudiantes de medicina debido a su precisión y esmerado detalle.
Incluso cientos de años después de su realización, los dibujos de ambos siguen siendo no sólo una valiosa pieza médica sino incluso artística. Los dibujos anatómicos sobre la mujer, el feto y la gestación, permitieron conocer el proceso del parto como nunca se había hecho hasta entonces.
Pero así como son considerados dos figuras referentes en los campos ya mencionados, sobre ellos pesa una historia que bien podría ser calificada no solo de sorprendente… sino también macabra.
Asesinos seriales, ¿en nombre de la ciencia?
William Hunter (1718-1783) fue uno de los alumnos más aventajados de William Smellie (1697-1763), a tal grado que se convirtió en su aprendiz. Lo que los unió fue la idea recíproca de que la “partería” debería ser considerada como una ciencia. El inconveniente es que poco se conocía sobre el embarazo y del periodo de gestación de un bebé.
Para poder aprender más acerca de ello, debían realizar dibujos detallados de una mujer en su noveno mes de embarazo. Pese a las escasas posibilidades de encontrar cuerpos que les sirvieran de modelo, ambos expertos se las arreglaron para llevarlo a cabo.

El mismo Hunter escribió que
“la oportunidad de diseccionar úteros de mujeres embarazadas rara vez ocurre. La mayoría de anatomistas, si tienen suerte, lo pueden hacer una o dos veces en su vida”.
Esta cita se extrae de la obra de Hunter Anatomia uteri umani gravidi (Anatomía del útero humano grávido).
¿Entonces qué hicieron para poder dibujar con tanta precisión a mujeres embarazadas en el noveno mes?
En 2010, el historiador neozelandés Don Shelton escribió sobre la amplia posibilidad de que Hunter y Smellie hayan asesinado, entre 1750 y 1774, a entre 35 y 40 mujeres embarazadas. Todo ello con el objetivo de completar sus estudios sobre el embarazo. Esta teoría fue publicada en el Journal of the Royal Society of Medicine, una de las más prestigiosas revistas médicas.

El estudio que levantó las sospechas
Shelton estudió los datos demográficos de la época. En su investigación explica que la población de Londres pasó de 600.000 a un millón de habitantes entre 1700 y 1800 debido, en gran parte, a la llegada de muchas personas de las zonas rurales de Inglaterra.
Durante este tiempo, el índice de mortalidad se mantuvo en 20.000 personas. De ellas, sólo 200 eran recién nacidos. El porcentaje de mujeres que morían al dar a luz era del 1,4%. Sin embargo, el número de cadáveres utilizados entre 1700 y 1832, para la enseñanza y la investigación médica en Inglaterra, fue de 200.000, según las estadísticas. Como se puede ver, las cifras no coinciden.

Shelton calcula que Hunter y Smellie utilizaron 20 cadáveres de mujeres embarazadas de nueve meses entre 1750 y 1754, y doce cuerpos más entre 1766 y 1774.
“Ellos nunca revelaron el origen de estos cuerpos, pero es imposible que fueran suministrados de manera legal”, concluye el experto.
Y no titubea en afirmar:
“Smellie y Hunter son dos asesinos en serie peores que Jack el Destripador y Burke y Hare. Éstos cometieron 25 crímenes, en comparación con los 32 de Smellie y Hunter, que se doblarían si contabilizáramos a los bebés que portaban las víctimas”.
¿Mataban ellos mismos o encargaban su trabajo a otros?
El mismo Shelton afirma que los médicos no cometieron los asesinatos con sus propias manos, sino por encargo. Ambos tenían cómplices: William Hunter contaba con su hermano y William Smellie contrató a su colega, el cirujano Colin MacKenzie.
El perfil de sus víctimas estaba claro: mujeres que se encontraran en el noveno mes de gestación, y cerca de dar a luz. También se cercioraban de que fueran recién llegadas a Londres, a las que nadie pudiera extrañar y denunciar su desaparición. Y el método más recurrente para quitarles la vida sería la asfixia.
“Smellie y Hunter necesitaban cuerpos frescos de mujeres embarazadas en su última fase de gestación porque estaban experimentando con cesáreas secretas», revela Shelton. «Encontré evidencias también de que John Hunter [que colaboraba con su hermano] intentó revivir fetos mediante transfusiones con sangre de perro”.
El investigador también reveló que a las mujeres, una vez muertas, les cortaban la cabeza, los brazos y las piernas «para que no las pudieran reconocer y también para poder diseccionar las otras partes del cuerpo en su escuela de anatomía».
En aquel tiempo, en Londres el asesinato de mujeres embarazadas para su disección
“es tan sólo la punta del iceberg de una práctica muy habitual y de un negocio extremadamente lucrativo en la época: el asesinato y venta de cuerpos a las escuelas de medicina”, dice Don Shelton.

¿Pero en realidad encargaron el asesinato de las mujeres?
Anthony Kenny, ginecólogo retirado y conservador del museo del Colegio Real de Obstetricia y Ginecología de Londres, se mantuvo reticente a creer la teoría anterior:
«En esa época era habitual el comercio de cadáveres. Quizás Smellie y Hunter no hicieron las averiguaciones pertinentes acerca del origen de los cuerpos, pero esto no significa que fueran asesinos, tal vez no sabían de dónde procedían los cuerpos».
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