Sólo quienes morían en el campo de batalla podían aspirar a ser conducidos por las Valquirias al Valhalla, la sala de los héroes caídos en Asgard, lugar donde habitaban los dioses. Ahí, los más valientes y audaces guerreros serían atendidos por las hijas de Odín. Ellas les ofrecían exuberantes festines y apagaban su sed con hidromiel, la bebida sagrada. Descansarían hasta tener el honor de ser llamados para formar parte de las tropas divinas y pelear en el terrible Ragnarok, el apocalipsis nórdico.
Rompecabezas medieval
Conocida como mitología nórdica, escandinava o germánica, el conjunto de leyendas y tradiciones de los habitantes del norte de Europa durante los primeros siglos de la era cristiana representa una de las fuentes de información más importantes con las que contamos sobre este periodo.
Existen pocos testimonios escritos al respecto, y en su mayoría se trata de breves inscripciones rúnicas –escritura usada por los primeros escandinavos–, o documentos de mayor extensión, como la Edda Poética, de origen islandés, que data del siglo XIII, y la Edda Prosáica, del historiador islandés Snorri Sturluson (1178/79 – 1241).
Estas dos compilaciones medievales escritas en verso y prosa sustentan el corpus literario de la cosmovisión mítica nórdica. Contienen fragmentos de lo que pudo ser una enorme colección de poemas en los que se narraban las hazañas de los dioses del norte.
En el caso de Snorri, él recabó los relatos orales y con ellos escribió su Edda, considerada una de las mayores muestras de poesía escáldica o cortesana.
Estos textos, junto con los registros arqueológicos encontrados siglos después, han ayudado a componer el tronco mitológico que nos atañe. No obstante, y por muy importantes que sean, no conforman una fuente directa ya que se escribieron cientos de años después del periodo de máximo esplendor de estas culturas –que mantenían sus tradiciones sólo de forma oral–, pudiéndose perder elementos relevantes o haber sido tergiversadas –voluntaria o involuntariamente– por quienes las compilaron.

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Compartir creencias
Es difícil precisar con exactitud la fecha en que la mitología y la cultura de los pueblos nórdicos iniciaron. El registro más antiguo se halla en la Germania, del historiador romano Cornelio Tácito (quien se considera murió hacia el 120 d. C.). Sin embargo, no sería sino hasta la llegada de los vikingos que pueblos contemporáneos como los ingleses, irlandeses y romanos comenzarían a referirse a ‘la gente del Norte’, centrándose en sus incursiones como guerreros e invasores y, en menor medida, en su cosmogonía.
De acuerdo con la profesora Patricia Pires Boulhosa, doctora en historia y literatura escandinava de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, la era Vikinga se sitúa entre 750/800 d. C y 1050/1100 d. C., y se trataba de diferentes pueblos de regiones como Islandia, Suecia, Dinamarca y Noruega, que aunque no representaban una unidad política definida compartían deidades y un aparato de creencias, aunque con ciertas distinciones. Por ello los ‘dioses de las zonas de hielo’ se interpretan de diversa forma dependiendo del lugar.
Odín, por ejemplo, tenía otros nombres: Wotan para los germanos y Woden por los sajones. Esto ha representado un problema para los historiadores, ya que al haber tantos pueblos nórdicos de creencias paganas existe la posibilidad de que la lectura que hoy damos de su mitología sea errónea o un credo minoritario que se filtró hasta nosotros, modificándose así el carácter original de las leyendas y narraciones.
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Mundo fantástico
Dentro de la mitología nórdica podemos encontrar una gran variedad de seres, principiando por las familias de dioses que habitan en la parte más alta del fresno Yggdrasil, o árbol de la vida, que sustenta los nueve mundos; los peligrosos gigantes o jotuns, los elfos de luz (álfar) y los elfos oscuros (svartálfar); los enanos, artesanos habilidosos que hacen los tesoros de los dioses; las nornas: Urd (lo que ha ocurrido), Verdandi (lo que está ocurriendo) y Skuld (lo que debería suceder) que tejen los destinos de los hombres y dioses, y las Valquirias, las vírgenes guerreras comandadas por la diosa Freyja.
Según los registros, existen dos tipos de deidades. Entre las tribus más cercanas al norte se rendía culto a dioses de la naturaleza: los Vanir –estos podrían ser dioses de tribus de mayor antigüedad. En cambio, en zonas menos extremas fue el arte de la guerra lo que se intentó inculcar, siendo más común el culto a Odín y sus fieros hijos, conocidos como los Aesir.
De acuerdo con la anticuaria y académica inglesa Hilda R. Ellis Davidson (1914-2006), experta en mitos nórdicos, este suceso se retoma y relata en la lucha entre ambas familias divinas (Aesir y Vanir). En algún momento no identificado, los pueblos del norte tomaron al Aesir Odín como su dios principal, junto con el componente bélico que más tarde caracterizaría a los vikingos.
En el mito, ambos grupos de dioses deciden hacer la paz intercambiando rehenes y conformando juntos la asamblea divina.

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El ocaso de los dioses
Investigadores sugieren que la razón de la bravura que caracterizó en batalla a los pueblos paganos del norte se debía sustancialmente a la religión que profesaban. Primero, por la creencia de que sólo quienes morían con el arma en alto eran dignos de la gracia de los dioses; en tanto que fallacer por muerte natural suponía una vergüenza.
Otra es el desolador futuro que deparará a los nórdicos luego del Ragnarok, la última batalla del bien contra el mal: de los Aesir liderados por Odín contra los Jotun comandados por Loki, descrita en las sagas y en la Völuspá o Profecías de Völva. Mientras que en la mayoría de las religiones se depara un lugar para los justos, aquí, pese a cualquier esfuerzo, se augura la caída de cada uno de los héroes y dioses ante el mal.
Es una visión fatalista del futuro en la que el ‘destino’ –elemento de gran importancia para las sociedades guerreras– les obligaba a vivir el aquí, el ahora, y vencer.
Texto publicado en especial Mitos y Leyendas | Muy Interesante México.
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