Un comunicado de prensa en agosto de 2008 convocó a los reporteros para anunciarles uno de los descubrimientos más importantes de las últimas décadas: el hallazgo de un cuerpo real de la hasta entonces mítica criatura conocida como Pie Grande. Por Sarai J. Rangel
La evidencia despejaría cualquier duda sobre la existencia de estos abominables gigantes de las nieves. Un par de semanas atrás, los excursionistas Matthew Whitton y Rick Dyer habían encontrado el presunto cadáverdelcríptido, duranteunaexpediciónal norte de Georgia, EUA.
La noticia hubiera causado revuelo de no ser porque en la conferencia sólo se mostró como evidencia un par de fotos borrosas y una prueba de ADN. Además los resultados de ésta señalaron que en realidad pertenecía a una zarigüeya (Didelphis virginiana). Así, pronto quedó claro que todo había sido un engaño, uno más en la historia de esta elusiva criatura de leyenda moderna.

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Enigma antiguo
Altos, tímidos, peludos. Una mezcla entre gorila, oso y ser humano que vagan solitarios por los bosques de todo el mundo. Así es como se suele describir a este animal, conocido con diversos nombres: Yeti en Nepal, Bigfoot –Pie Grande– en Estados Unidos, Migoi –que en lengua tibetana significa ‘hombre salvaje’– o Sasquatch, como se le llama en Canadá. Aunque este ser alcanzó fama mundial a mediados del siglo pasado, cuando supuestamente fueron localizadas algunas de sus enormes huellas en el Tíbet y en las zonas montañosas de Nepal, las narraciones sobre estos enormes entes provienen del siglo XIX.
Fue a partir de 1830, durante sus excursiones para alcanzar las montañas más altas del mundo, cuando los viajeros occidentales comenzaron a ‘encontrarse’ con ellos. Muchos, como el inglés Brian Houghton Hodgson (1801-1894), dejaron testimonio de su experiencia. Él relató en el Diario de la Sociedad Asiática de Bengala que cuando sus guías, un par de sherpas, vieron a la criatura, ésta salió corriendo despavorida para internarse en el bosque, como si fuera ella la que estuviera aterrorizada.
Otro caso fue el de Laurence Waddell (1854-1938), quien descubrió un par de huellas en un viaje por los Himalayas.
Mientras que para Houghton la extraña figura que huyó debió tratarse de un orangután –pese a la negación de sus sherpas–, para Laurence eran las marcas dejadas por un oso. Ambos investigadores abandonaron el asunto y nunca más volvieron a preguntarse, y menos de manera abierta, qué fue lo que en realidad presenciaron en sus viajes.
A mediados del siglo XX la innovación en equipos para escalar permitió a los montañistas llegar a mayores alturas y, sin saberlo, internarse en el posible hábitat del misterioso Yeti. En 1951 los escaladores Eric Shipton y Michael Ward, al regresar de una expedición de reconocimiento en un glaciar cercano al Everest, hallaron, a una altura de casi 6,000 metros, algo que llamó su atención: una serie de huellas en la nieve semejantes a las de pies humanos pero extremadamente grandes.
Ward les tomó fotografías y, para mostrar su tamaño, puso como escala comparativa un bastón de alpinismo (piolet). Pronto las imágenes dieron la vuelta al mundo y fue de este modo como surgió la ‘fiebre del Yeti’.
Apenas unos años después, en el condado de Bluff Creek, California, Estados Unidos, también se encontraron huellas similares a las observadas por Shipton y Ward. Las marcas dieron un nuevo aire a la historia y por ello fue portada del diario local Humboldt Times. Fue en esa publicación donde por primera vez al ser se le nombró Bigfoot, y fue buscado por cientos de aventureros. Pronto, sus supuestas apariciones comenzaron a multiplicarse, así como las grabaciones y fotos (de nula calidad, por lo que eran inservibles para probar la existencia del animal).
Ante la euforia desatada y la falta de pruebas contundentes, se realizaron diversas expediciones con equipos de científicos, los cuales no tuvieron mucha suerte, por no decir que ninguna.

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Pozo sin fondo
Son miles las personas que alrededor del mundo aseguran haberlo visto, fotografiado o capturado en video. Sin embargo, pese a los más de 60 años de investigación al respecto, los entusiastas de la criptozoología –pseudociencia dedicada al estudio de los animales ocultos– hasta el momento no han logrado aportar una sola prueba que confirme sin dudas la existencia de estas criaturas.
En la búsqueda de estos simios superdesarrollados lo que sí ha ocurrido son errores, bromas y fraudes. Un ejemplo fueron las supuestas reliquias del Yeti resguardadas en los templos del Tíbet, que comprobaron ser falsas. En este sentido la comunidad científica se ha mostrado escéptica ante la posibilidad de que exista un animal como el Pie Grande, quien no cuenta con evidencia orgánica que lo delate.
No obstante aún hay científicos, como el primatólogo Jeffrey Meldrum, del Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Idaho, en EUA, que están dispuestos a darle una segunda oportunidad al misterio de Pie Grande.
Meldrum, además de ser autor del texto Sasquatch: Legend Meets Science (2006), es experto en la morfología del pie y locomoción en monos, simios y homínidos, por lo que desde hace años se ha dedicado a estudiar los moldes de huellas de presuntos Bigfoot.
Como él mismo señala, algunas son sin duda falsas, pero otras resultan curiosas pues las formas no coinciden con ningún animal ni con humanos.
Meterse en este campo pseudocientífico le ha traído consecuencias –su investigación es constantemente criticada por otros colegas, en especial el antropólogo de la Universidad de Florida David Daegling, autor del libro Bigfoot Exposed (2004)–.
Otros investigadores que también están en el ojo del huracán por abordar temas como el de la imaginada criatura, son Bryan Sykes, profesor de genética humana en la Universidad de Oxford, Reino Unido, y el doctor Michel Sartori, director del Museo de Zoología de Lausana, Suiza, quienes darían a conocer los resultados de su propio proyecto, denominado Oxford-Lausanne Collateral Hominid Project.
El estudio, iniciado a comienzos de 2012, convocó a todos aquellos interesados en el fenómeno Pie Grande para facilitar muestras de piel, pelo y cualquier tejido que se crea pertenece a éste o a otro críptido. El hecho de encontrar ADN desconocido, dicen los expertos, no es motivo para creer que tenemos la pista de Pie Grande. En todo caso permitirá saber hacia dónde debe hacerse la indagación o, en su defecto, aceptar que se trata de sólo un atrayente mito.

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Folclor y atractivo
Desde que surgiera como fenómeno mundial, la leyenda del Yeti no ha dejado de tener cabos sueltos. En Estados Unidos, aunque actualmente la parafernalia en torno al tema ha disminuido en comparación con hace 10 años, existen buenas razones que permiten comprender por qué llamó tanto la atención en su momento.
De acuerdo con Joshua BluBuhs, autor de Bigfoot: The Life and Times of a Legend, pudo servir de distractor ante la tensión producida por la Guerra Fría. Además, señala, “debajo de todo esto también hay una dimensión de clases sociales. Los científicos que estaban a cargo de la carrera armamentista eran miembros de la clase media.
En cambio, muchos de los bigfooters fueron de clase obrera”. En opinión de Buhs, al tratar de averiguar éstos acerca de un tema de la naturaleza que las ‘élites’ científicas no conocían, les ayudaba a obtener cierto grado de dignidad. Lo que no se puede negar es el importante papel que tanto el Yeti como el Sasquatch han jugado en el folclor actual de algunos países.
“Hay algo acerca del ‘hombre salvaje’ que nos atrae. No sé por qué, pero aparece en las diferentes culturas; en las historias contadas en cualquier tiempo y lugar”.
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Texto publicado en la edición de enero de 2013 | Revista Muy Interesante México.
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