Huitzilopochtli –– del náhuatl huitzilin, colibrí y opochtli, zurdo –– fue el dios del Estado mexica (Imperio azteca), cuyos dominios se extendieron desde el centro de México hasta Guatemala entre 1325 y 1521. Fue un ídolo odiado y muy temido.
Para los conquistadores españoles este dios era la representación del demonio mismo. En su Historia general de las cosas de la Nueva España el fraile franciscano Bernardino de Sahagún (1499-1590) lo describe como un “nigromante, amigo de los diablos, cruel, inventor de guerras y enemistades y causador de muchas muertes”. Su mala fama no era fortuita.
El Imperio mexica, del cual fue protector, destacó por su habilidad y crueldad en el campo de batalla, actitud que respondía a las exigencias de esta deidad.
Huitzilopochtli: Demonio colibrí
Su adoratorio se hallaba en la cima del Templo Mayor, el más importante centro ceremonial de México-Tenochtitlan. Ahí, junto a Tláloc, dios de la lluvia, se realizaban ofrendas de sangre y corazones de guerreros capturados en combate, que constituían el alimento principal del “Colibrí Zurdo”, que era representado a través de estatuas hechas de masa molida con forma humana.
Para los mexicas, al igual que para otros pueblos prehispánicos, la vida estaba regida por ciclos de creación y destrucción. Cada lapso o ‘Sol’ en algún momento debía finalizar. Pero ellos pensaban que este final se podía retrasar por medio de la energía contenida en la sangre. De ahí la importancia que daban a los sacrificios humanos.
La continua necesidad de guerreros para sacrificar y evitar el fin del mundo motivó el espíritu combativo de este pueblo, que hizo de la guerra y la captura de prisioneros una obligación divina, pues de ello dependía no sólo su futuro como imperio –comenta la antropóloga Eva Uchmany en su ensayo “Huitzilopochtli, dios de la historia de los azteca-mexitin”, 1978–, sino del mundo entero.
Guerra celeste
Desde que habitaban en el mítico sitio primigenio conocido como Aztlán (‘lugar de las garzas’), el destino de los aztecas estuvo ligado al del dios Huitzilopochtli, cuyos orígenes resultan poco claros. Varias fuentes señalan que en principio no era una deidad única o de gran importancia, sino más bien menor.
También pudo tratarse de un líder religioso, por cuyos méritos y valor fue deificado al morir, como refiere el historiador nativo Chimalpahin (1579-1660) en sus Relaciones originales de Chalco. Lo que es un hecho es que a lo largo de la historia mexica sufrió diversas transformaciones.
Las leyendas narran que fue Huitzilopochtli quien envió a los aztecas en busca del águila parada sobre el nopal, el largo éxodo que culminó con la llegada al lago de Texcoco y la fundación de Tenochtitlan.
Su nacimiento
Durante ese viaje alcanzó una posición superior frente a otros dioses aztecas. Esto se hizo evidente a su paso por el cerro de Coatepec en Tula, Hidalgo, escenario del mito que narra su propio nacimiento. De acuerdo con éste, su madre Coatlicue –‘la de la falda de serpientes’– quedó encinta por una pluma caída del cielo.
Enojados por ello, sus hijos, los 400 guerreros del sur liderados por Coyolxauhqui –la Luna– decidieron matarla para recuperar su honra. Pero Huitzilopochtli la defendió:
«emergió del vientre materno y le cortó la cabeza a Coyolxauhqui; luego la lanzó al cielo, en tanto que arrojó el cuerpo por la ladera del monte. También castigó a sus demás hermanos guerreros, a todos los exterminó cruelmente. y sin ninguna piedad».
En esta historia se hacen evidentes los atributos de Huitzilopochtli como ‘Guerrero celeste’ o el ‘Sol del mediodía’, cuyo dominio simbólico compartía con Tonatiuh, dios del Sol. Los antiguos mexicanos creían que esta lucha entre Huitzilopochtli (Sol) y su hermana la diosa lunar Coyolxauhqui se repetía diariamente al atardecer.
Empresa política
El dios tribal azteca sufrió una drástica transformación que se manifestó en su ascenso a dios solar, el astro de mayor importancia para las culturas mesoamericanas. Este cambio, como señala el antropólogo e historiador mexicano Miguel León-Portilla, formó parte de una elaborada estrategia política y social que se gestó en el estado mexica a partir de 1428. Es en esta fecha cuando logran vencer a los guerreros de Azcapotzalco, señorío al que se vieron sometidos durante muchos años.
En su libro Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), León-Portilla relata que esa victoria
“tan rápida y extraordinaria, iba a ser el principio de una nueva actitud, que llegaría a ser característica de los aztecas”: su visión místico-guerrera, en la que se consideran como el pueblo elegido por Huitzilopochtli-Sol.
Más que una deidad
Esta transformación permeó sobre sus antiguos dioses. Huitzilopochtli se convirtió en una deidad solar-guerrera con poder para regular el mundo, y retomó propiedades de otros dioses hasta posicionarse en lo más alto de la escala religiosa, entre dioses de la talla de Quetzalcóatl o Tezcatlipoca. Pese a su grandeza, la caída del poderío azteca significó el fin del legado de Huitzilopochtli, cuyo culto se desvaneció a causa de la invasión española.
Ciertas referencias a él se han encontrado en mitos y leyendas cristianas, reflejo de la trascendencia que tuvo este dios azteca, que mediante la guerra ayudó a formar la identidad de toda una nación.