El mito universal del fantasma femenino que acecha a los hombres mal portados para victimarlos mediante la seducción está presente en varias leyendas surgidas del mestizaje en Mesoamérica, su nombre: la Siguanaba . Por Luis Felipe Brice.
Uno de esos relatos es el de la Siguanaba, surgido y vigente hoy día principalmente en Guatemala y El Salvador. Se trata del espectro de una escultural mujer con el rostro cubierto que vaga de noche por campos y ciudades en busca de sus víctimas: lo mismo trasnochadores, infieles, ebrios y mujeriegos, que jóvenes y viajeros solitarios, a quienes atrae con su hermoso cuerpo.
Un fin, una lección
Una vez cerca de ellos descubre su horrible cara, provocándoles espanto, locura e incluso la muerte, al orillarlos a lanzarse por un precipicio. Los lugares donde suele aparecer son ríos y lagos alejados de las poblaciones o fuentes y piletas dentro de éstas, ya sea lavando ropa o bañándose.
Según algunos especialistas, el nombre de Siguanaba proviene del náhuatl cihuatl (mujer) y nahual (brujo o espíritu animal); de acuerdo con otros, deriva del quiché siguán (barranco, despeñadero, precipicio). Si bien la denominación tiene origen prehispánico, el mito fue traído por los conquistadores españoles al Nuevo Mundo como parte de la conquista cultural.
- El objetivo: aleccionar moralmente a los indígenas y población mestiza en temas como la moderación en el consumo de bebidas espirituosas y la fidelidad conyugal.
La Siguanaba, una tradición oral
El folclorista guatemalteco Celso Lara Figueroa establece los antecedentes de la leyenda de Siguanaba en la mitología que relaciona a la mujer con el agua, fuente de vida, pero también lugar de muerte:
“La Biblia ya hablaba de mujeres que se aparecían en los pozos del desierto».
En su libro Leyendas y casos de la tradición oral de la ciudad de Guatemala, Lara Figueroa también se refiere a las proyecciones folclóricas literarias en donde hay un personaje similar a la Siguanaba.
España
En otras latitudes y culturas, no conectadas entre sí, el tema también aparece. [Por ejemplo,] se encuentra en España una variante original. […] Las lavanderas […] especialmente en la provincia de Asturias, constituyen una especie de seres sobrenaturales, ‘fantasmas que casi siempre llevan a la muerte’. Son seres difusos que lavan ropa a orillas de los ríos en las noches sin luna. ¿Acaso en Guatemala la Siguanaba no lava ropa a orillas del río Motagua?”
En el Jardín novelesco (1905), el escritor español Ramón del Valle-Inclán incluye un cuento donde Amaro, un santo ermitaño, se topa en su camino, cerca de un río, con una mujer poseída por el demonio.
Al acercarse para exorcizarla, apenas “sus manos tocaron aquella carne de pecado, le acudió gran turbación. Miró a la endemoniada y la vio bajo la luz de la luna, bella como una princesa y vestida con sedas orientales […] La mujer se había desgarrado por completo la túnica y se le mostraba desnuda. […] Amaro, próximo a desfallecer, miró angustiado en torno suyo […] y sólo vio […] el rescoldo de una hoguera […] Y arrastrándose llegó a ella y fortalecido escondió una mano en la brasa, mientras con la otra hacía la señal de la cruz a la mujer endemoniada. La mujer huyó”.
Este relato es sólo una muestra del carácter universal del tema del hombre enfrentando la seducción femenina que se particulariza en leyendas como la de Siguanaba.
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Mitología colonial
En El Salvador –uno de los países con los cuales Guatemala comparte frontera, tradiciones y costumbres– el nombre con el que mejor se conoce al mítico personaje sólo se diferencia por la letra inicial: Ciguanaba. La antropóloga salvadoreña Concepción Clará de Guevara advierte que, a pesar del origen náhuatl de la denominación, no existen registros del mismo en fuentes documentales de la época prehispánica. Por lo tanto, coincide con Celso Lara en el hecho de que:
“se trata de una elaboración mitológica del tiempo colonial […] el tema […] fue traído a América por los conquistadores, como herencia de la Edad Media europea”.
A decir de la autora de Tradición oral salvadoreña, en su país la leyenda de la Ciguanaba presenta un carácter claramente mestizo, bajo el influjo del catolicismo, con fines de adoctrinamiento religioso y moral.
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Perfil fantasmagórico
En cuanto al personaje en sí, conserva su perfil fantasmagórico y maligno vinculado con el agua. El matiz especial radica en que se le considera fundamentalmente un símbolo de infidelidad e irresponsabilidad materna. Al respecto, cuenta la leyenda que una campesina de nombre Sihuehuet (“mujer hermosa”) sedujo al príncipe Yeisun, hijo del dios Tláloc, haciendo uso de su belleza y echando mano de la brujería. Se casaron y procrearon a un niño llamado Cipitio.
Mientras Yeisun se ausentaba para pelear en la guerra, Sihuehuet le era infiel con otros hombres e incumplía sus deberes de madre. Por si fuera poco, para hacerse del poder y entregárselo a uno de sus amantes, volvió a usar sus dotes de bruja, esta vez para suministrarle a su cónyuge una pócima que lo convirtió en un peligroso monstruo que murió a manos de un guardia. Tláloc, indignado, acudió en busca de venganza al dios Téotl. Éste lanzó una maldición contra Sihuehuet, convirtiéndola en Ciguanaba (“mujer horrible”) y condenándola a deambular por campos y ciudades, seduciendo a los hombres con su aparente belleza, para luego horrorizarlos al mostrarles su repulsivo rostro, orillándolos a la locura y la muerte.
Según Clará de Guevara, la tradición indica que:
“existen varias ‘contras’ para protegerse de la Ciguanaba: se debe mencionar el nombre de ‘María’ (Virgen, madre de Cristo) […] también hacer el signo de la cruz, morder un machete simulando que el hombre se hiere formando una cruz o fumar un puro”.
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Rostro equino
Al sur de Guatemala y El Salvador se localiza Costa Rica, país con el cual ambas naciones comparten geografía y creencias, como la del legendario personaje que los ticos conocen como la Cegua o Segua. Aquí, la variante es que el espectro femenino suele errar de noche por caminos y carreteras donde pide a los solitarios jinetes o conductores llevara con ellos, convenciéndolos mediante sus encantos.
Una vez montada en el caballo o motocicleta, o bien ya a bordo del vehículo, la Cegua muestra su horripilante rostro de equino descarnado, provocando en los incautos las mismas reacciones y consecuencias que generan sus símiles guatemalteca y salvadoreña en las víctimas.
Existen varias versiones del origen de la leyenda de la Siguanaba. Una de ellas se remonta a la ciudad de Cartago, en la provincia de Costa Rica, durante el periodo colonial, específicamente a mediados del siglo XVIII. Entonces vivía ahí una madre con su joven y hermosa hija, a quien reprendía severamente por su coquetería. Harta de los regaños y decidida a no cambiar su comportamiento, la muchacha ataca físicamente a su progenitora.
Según algunas versiones, tan sólo le alzó la mano; de acuerdo con otras, la mató echándole encima un caballo. En cualquiera de los casos, la chica fue objeto de una maldición que la condenó a vagar eternamente seduciendo hombres que la rechazaban al ver su espantosa cara.
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Sustento de la leyenda
Al respecto, Manuel Martínez Herrera, decano de la Universidad de Costa Rica, considera que:
“el carácter colonial del origen de la leyenda está sustentado en la metamorfosis de humano en animal [mientras] la fisonomía de equino, cuya introducción […] es debida a los conquistadores españoles, y la temática de la represión de la sexualidad son claramente de origen ibérico, inspiradas […] en la tradición judeocristiana importada de Europa”.
De lo anterior se desprende que la leyenda de la Seguanaba ha servido, desde entonces y hasta ahora, a la “moralidad cristiana dominante”, erigiéndose en aliada de las mujeres para inculcar en los hombres la sobriedad y la monogamia, reivindicando la vida hogaeña en familia.
“De hecho, se dice que después de la aparición de la Segua los hombres cambian su forma de vida, nunca maltratan a las mujeres y son un ejemplo para los demás”, expone Martínez Herrera en su ensayo La Construcción de la subjetividad femenina en la leyenda de La Segua. Así, el viejo mito cobra vigencia y utilidad social.
Fuente: Revista Muy Interesante Abril 2019 / No. 04
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