En la pequeña isla de Aoshima Shire se encuentra un recinto sagrado adonde acuden parejas en busca de bendiciones para su relación. Se trata del santuario sintoísta dedicado a Hoori, Príncipe de las Montañas, y a Otohime, Princesa Dragón de los Mares, según la mitología japonesa. Esta última, también conocida como Toyotamahime, era hija de Ryujin, Dios Dragón de los Mares. Por Luis Felipe Brice
Su nombre, que significa “princesa del sonido” o “joya luminosa”, remite a la belleza con la cual es descrita y representada con un atuendo siempre húmedo. Sin embargo, Otohime perdía su hermosura al transformarse, bajo ciertas circunstancias, en dragón cocodrilo –– de acuerdo con distintas versiones del mito ––.
Hoori, por su parte, es conocido como Hikohohodemi-no-Mikoto o Yamasachihiko. Su padre, Ninigi-no-Mikoto, era nieto de Amaterasu, diosa del Sol y el Universo, quien lo designó primer gobernador de Japón. Su madre era Konohanasakuyahime, Princesa de las Flores e hija de Ōyamatsumi, Dios de la Montaña y la Guerra. Mientras Hoori era un inmejorable cazador además del legítimo sucesor del poder paterno, su hermano mayor, de nombre Hoderi, era insuperable en la pesca.
Cuenta la leyenda que un día ambos decidieron intercambiar sus respectivas ocupaciones e instrumentos de trabajo a fin de probar qué tan aptos podrían ser cada uno para desempeñar la actividad del otro.
Tras una ardua jornada en altamar, Hoori demostró su gran ineptitud para la pesca al perder el anzuelo prodigioso de Hoderi sin haber capturado ni un solo pez. Furibundo, su hermano le ordenó recuperar a como diera lugar su arpón.
Gracias al consejo de un viejo sabio, el cazador se hizo a la mar en búsqueda de quien podría ayudarlo a encontrar el preciado ganchillo. Tal personaje era Ryujin, quien reinaba en un suntuoso palacio en las profundidades del océano. Al llegar ahí, la primera criatura con quien estableció contacto fue con una bella joven que resultó ser Otohime, hija de la deidad marina. Ambos quedaron prendados el uno del otro al instante.
El muchacho le contó a Princesa Dragón de los Mares quién era y la razón de su presencia en aquel reino. Ella se mostró encantada de llevarlo ante su padre, y éste, más que dispuesto a socorrer a tan distinguido visitante (nada más ni nada menos que un descendiente de la suprema diosa Amaterasu). Luego de darle una cálida bienvenida y rendirle honores, Ryujin agasajó a su huésped con un banquete, música y danzas a cargo de las más fantásticas criaturas marinas.
Una vez enterado de por qué Hoori se encontraba en su reino, el Dios Dragón del Mar inquirió a sus súbditos acerca de si alguno de ellos había robado el anzuelo de Hoderi. El señalado como posible responsable, al ser el gran ausente en el banquete, era el tai. Este pez (conocido también como dorada roja, Beryx decadactylus) confesó haberse tragado el arpón y por ello no había podido comer, respiraba con dificultad y se hallaba enfermo. Un molusco llamado sepia fue el encargado de extraer el ganchillo atorado en la garganta del tai. Una vez fuera, el aditamento fue devuelto al cazador.
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El arpón de la discordia
Habiendo cumplido su cometido, Hoori agradeció a sus anfitriones las deferencias y anunció su partida. Sin embargo, tano Ryujin como Otohime le suplicaron que no se fuera. Él aceptó quedarse e incluso contrajo nupcias con Princesa Dragón. Cual cuento de hadas, vivieron felices, pero al cabo de tres años, el cazador sintió nostalgia de su tierra y su gente, sobre todo de su hermano mayor, con quien esperaba reconciliarse devolviéndole el anzuelo recuperado. Por si fueran pocas razones, debía cumplir con la obligación de asumir el gobierno de su país.
El dios y la princesa intentaron disuadirlo para que no se marchara, pero esta vez no lo consiguieron. Así pues, Otohime, que para entonces estaba ya embarazada, decidió acompañarlo. Por su parte, como obsequio de despedida, Ryujin le dio a Hoori un par de refulgentes gemas: se trataba de dos talismanes que podría utilizar para protegerse de sus enemigos, uno con el poder de levantar mareas capaces de provocar inundaciones, y el otro con el poder para detenerlas.
Hoori y Otohime partieron sobre el lomo de un gigantesco y veloz cocodrilo. De esta manera, pronto llegaron a tierras japonesas, donde lo primero que hizo el cazador fue construir a orillas del mar una cabaña donde su esposa daría a luz. Enseguida buscó a su hermano para devolverle el valioso arpón motivo de su discordia, pero cuál no sería su sorpresa al descubrir la verdad:
Hoderi, avaricioso, lo había obligado a ir a buscar su ganchillo con el propósito de alejarlo del país y tomar su lugar en el poder. Ahora, aparentemente reconciliado con su hermano, pero en realidad contrariado con su indeseado regreso, Hoderi intentó matarlo.
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Suplica o muere
Fue entonces cuando Hoori hizo uso del talismán para provocar una inundación que impidiera el ataque de su malvado hermano. Éste, al verse en riesgo de morir ahogado, suplicó a Hoori que lo salvara, prometiendo restituirle el poder usurpado y someterse a él. El cazador atendió la plegaria de Hoderi, utilizando el talismán capaz de detener la marea causante de dicha inundación. De ahí en adelante, la armonía imperó en la relación entre los dos bisnietos de la diosa Amaterasu.
Apenas concluido felizmente el conflicto fraterno, Hoori debió enfrentar una situación conyugal de triste desenlace. Poco antes de dar a luz en la choza de la playa, Otohime rogó a su esposo que no presenciara el parto. Sin embargo, él no resistió la tentación de echar un vistazo dentro de la cabaña durante el alumbramiento. Lo que vio fue aterrador: su mujer se había transformado en un monstruo marino (según algunas versiones, un dragón; de acuerdo con otras, un enorme cocodrilo).
Al verse descubierta, Otohime se avergonzó tanto que huyó hacia el mar, abandonando al recién nacido. Desde el reino de Ryujin envió a su hermana menor, Tamayorihime, quien se haría cargo del pequeño Ugayafukiaezu, y siendo éste adulto se casaría con él, no obstante el parentesco. De esa relación tía-sobrino nacerían cuatro hijos, entre ellos Jinmu Tennō (Guerrero Divino), quien sería el primer emperador de Japón, del 660 al 585 antes de nuestra era.

Texto incluido en la revista Muy Interesante, Ed.05, 2019
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