Fue de labios de un cuentacuentos sirio que el orientalista francés Jean Antoine Galland (1646-1715) escuchó por primera vez, en 1709, la historia de Aladino y la lámpara maravillosa.
Galland, quien llevó a Occidente una de las primeras versiones de Las mil y una noches, seguramente fascinado por la imagen de los genios –seres extraordinarios con poderes sobrenaturales e ilimitados, capaces de conceder casi cualquier deseo– decidió incluir esta historia como una de las que la bella Sherezade narró para salvar su vida.
Aunque en esa famosa compilación de relatos el genio del cuento de Aladino no es el único ente con tales características, es sin duda el que más ha trascendido en la cultura occidental. No obstante, son pocos los que conocen su verdadero origen, el cual tiene fuertes pilares en la tradición musulmana –con referencias en el Corán– y en la cultura de algunos otros pueblos semitas.

Ángel, humano o djinns
En su apartado dedicado a genios, la Encyclopaedia Britannica hace referencia a los djinn o yinn (también escritos jinas o jinn), un tipo de espíritus provenientes de la mitología arábiga que habitan la Tierra junto con nosotros. El Corán –libro sagrado del islam– indica que estos entes fueron creados por Alá (Al-iLah, el Dios), al igual que los ángeles y los humanos, formando así una tercera raza. Para la mitología musulmana los djinns poblaron la Tierra antes que el hombre, y fueron los primeros seres capaces de razonar. Su única finalidad es la adoración de Alá y, al igual que los humanos, tienen libertad de elección, por lo que muchos tomaron el camino del mal, como los ifrits, espíritus paganos al servicio de Iblis (el Diablo).
Desde que hombres y djinns fueran arrojados al mundo terrenal, han compartido sus destinos; se dice que cada vez que nace un humano también surge su ‘compañero’ o qarin, que lo seguirá el resto de su vida. El qarin es un djinn que alienta la maldad en las personas, pero también puede ser ‘domesticado’ para ayudar al hombre a hacer el bien y seguir el camino de Alá. Mahoma (ca. 570- 632), el único profeta para los musulmanes, también tenía su propio djinn, pero éste fue convertido al islam con ayuda de Dios.
Los djinn, creados del ‘fuego sin humo’ y relacionados con el calor del desierto, son representaciones del bien y del mal puesto que ayudan o atacan a los hombres según su conveniencia. De personalidad traviesa y bromista, algunas de sus manifestaciones podrían compararse con los ‘poltergeist’ (espíritus escandalosos). Otros, los ghul –un tipo de djinn–, adoptan formas de animales como gatos, serpientes, alacranes, enormes canes negros o chacales. En general, tienen un temperamento volátil y con gran facilidad se les puede hacer enfurecer. Cuando eso pasa, se desquitan provocando tormentas de arena, causan pesadillas a las personas o propagan epidemias en las zonas urbanas. Incluso, si la gente no es lo suficientemente precavida, son capaces de poseer sus cuerpos y obligarlas a hacer actos deshonrosos.
Estos entes habitan de modo invisible en nuestro mundo, pero pueden aparecer de forma corpórea si se les llama, ofende o invoca –comúnmente son representados con un cuerpo hecho de humo–.No obstante su magia, los djinns tienen necesidades parecidas al hombre. Se deben alimentar y, dado que son mortales –aunque su lapso de vida es mucho más largo que el de nosotros–, también se reproducen entre ellos.
Lidiar con genios
En algunas regiones del mundo islámico, la gente cree que interactúa con estos espíritus todo el tiempo, y que los genios sienten especial atracción por sus actividades diarias. Eternos mentirosos, se entretienen metiéndose en las conversaciones para confundir a los humanos. Usualmente se les asocia con los lugares poco higiénicos o ruinosos, pero no es extraño que vaguen por las ciudades o husmeen dentro de las casas. Para alejarlos, el Corán recomienda orar en el nombre de Alá, lo cual se vuelve muy importante a la hora de tomar alimentos. Si un espíritu llega a poseer a alguien puede provocarle todo tipo de enfermedades, siendo la peor de ellas la locura.
Pide un deseo
La imagen occidental de los genios se basa en la historia de Aladino. De ahí pudo haber surgido la idea de los tres deseos y la regla que obliga a los djinns a servir al amo que lo libere de su encierro –que según el cuento puede ser dentro de una lámpara o en algún antiguo anillo–. Las películas, cuentos y libros retoman estos elementos haciéndolos hoy día parte del mito, junto con la premisa de ‘ten cuidado con lo que deseas’, idea rescatada del cuento La pata del mono, del novelista británico W.W. Jacobs (1863-1943).
Otro de los posibles orígenes de la relación genios-deseos quizá provenga del propio Corán (27:17, 38-40; 34:12-14), donde se dice que el mítico rey Salomón –personaje también mencionado en la Biblia, que reinó de 970 a 930 a.C.– tenía a su servicio a los genios, quienes lo obedecían por mandato de Alá y crearon para él grandes templos. Según menciona el doctor León Rodríguez Zahar en su libro Arte islámico, evocación del paraíso, fue a través de estos seres fantásticos que los árabes explicaban la presencia y origen de las ruinas monumentales de la arquitectura pagana.
Al final, poco importa de dónde venga esta creencia; la idea de poder cumplir nuestros más escondidos deseos con sólo pedirlo, sigue siendo parte del encanto que ha mantenido a los genios en el folclor universal actual, y no sólo en el oriental.
Con su libre albedrío los djinn pueden seguir cualquier religión que elijan, por eso algunos adoptaron las enseñanzas del Corán. En uno de sus suras o capítulos (específicamente el sura 72,1) se relata la anécdota de un grupo de genios que al oír las palabras de Mahoma se convirtieron en creyentes, y predicaron el Corán entre los suyos. El mismo texto reza que hombres y djinn serán juzgados por igual en el fin de los tiempos, y cuando ello ocurra se invertirán los papeles: los humanos verán a los genios, pero éstos no podrán verlos a ellos.

Fuente: Muy Interesante: Mitos y leyendas/ julio 2015