La pandemia de COVID-19 ha relegado la crisis por el cambio climático a un segundo plano.
AFP-París | Con los gobiernos del mundo entero tratando de proteger a sus poblaciones sin destruir sus economías debido a la pandemia que se vive actualmente, se han olvido un poco la lucha por cuidar al planeta y el cambio climático. Por Marlowe Hood
Sin embargo también puede ser una oportunidad para un “planeta de después” más sostenible y descarbonizado. En chino, la palabra “crisis” está compuesta de dos caracteres: peligro y oportunidad.
Pero por ahora, para los economistas, el primero está mucho más presente que el segundo.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha bautizado esta crisis como el “Gran Confinamiento”, apunta a una contracción del 3% del PIB mundial en 2020. Y podría ser peor si la pandemia continúa hasta 2021.
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A corto plazo, la lucha contra el virus es la prioridad para los dirigentes mundiales.
Pero si la cuestión climática no se incluye en las decisiones de las semanas y meses próximos, la esperanza de limitar el calentamiento global por debajo +2 ºC, objetivo mínimo fijado en el Acuerdo de París, podría evaporarse para siempre.
“Los gobiernos gastan fortunas para mantener sus economías a flote”, comenta Michael Oppenheimer, de la Universidad de Princeton.
“Este dinero puede gastarse o bien de manera neutra para el problema climático, bien agravando la situación o bien mejorándola”, explicó a la AFP.
Para Stephen Hammer, responsable del clima en el Banco Mundial, las prioridades actuales no deben eliminar los objetivos a largo plazo.
“Y en primer lugar: la descarbonización de la economía mundial”, escribe en un blog reciente con su colega Stéphane Hallegatte.
Los planes para relanzarla economía, de cientos de miles de millones de dólares, euros, yenes y yuanes, deben incluir inversiones en energías renovables, eficacia energética, resistencia de las infraestructuras a inundaciones o sequías, y en transporte público sostenible, abogan.
Y por el contrario, deben evitar las energías fósiles, añaden.
En Europa, los ministros de Medioambiente de los 17 países aseguraron a principios de abril que no iban a “perder de vista la crisis ecológica y medioambiental”.
El otro actor imprescindible es China, que ha enviado señales contradictorias.

Cambio de costumbres
Tras la crisis económica de 2008, Pekín inyectó billones de yuanes en proyectos de infraestructuras de consumo energético, lo que provocó un aumento de las emisiones de CO2 de las centrales de carbón.
“Hoy, los dirigentes chinos no tienen más opciones”, asegura Li Shuo, de Greenpeace, aunque el clima no sea su prioridad.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump subraya la importancia del sector petrolero estadounidense y apoya a las compañías aéreas.
Para Elizabeth Wilson, del Dartmouth College, en este momento, los planes para relanzar la economía no son una buena noticia para el clima.
“Los billones […] necesarios para una transición de gran alcance que reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero, adaptándose a la vez al cambio climático, probablemente no estarán disponibles”, alerta.
En los países del sur, donde el impacto del calentamiento global sigue su curso, las consecuencias podrían ser desastrosas.
“Tememos que los fondos que se necesitan para enfrentar la covid-19 se tomen de las acciones climáticas”, explicó Harjeet Singh, de la oenegé Action Aid.
“Cualquier apoyo a los países en desarrollo dentro de la lucha contra el coronavirus debe al mismo tiempo reforzar su resistencia al cambio climático”, insiste.

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No todo es un panorama malo
Otros observadores, en cambio, son más optimistas, en un contexto en el que el confinamiento de miles de millones de personas ha reducido el consumo energético.
“Al fin y al cabo, la crisis va a reducir las emisiones de CO2 y acelerar la transición hacia las energías renovables”, asegura a la AFP Jeffrey Sachs, director del Center for Sustainable Development en la universidad de Columbia.
Este confinamiento podría cambiar igualmente los hábitos de la gente, que podría tener menos ganas de tomar un avión para un fin de semana.
“La gente podría darse cuenta que pueden prescindir de prácticas costosas y penosas, como los desplazamientos entre el domicilio y el trabajo”, estima Michael Oppenheimer.
Fuente: APF
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